Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

Hedi, un viento de libertad

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Hedi, un viento de libertad es el primer largometraje del director tunecino Mohammed Ben Attia (1976, Túnez). Toma su título del protagonista, un joven de 25 años al que da vida Majd Mastoura. En Kaoirouan, poco después de la caída de Ben Ali, Hedi va a casarse con Khediya (Omnia Ben Ghali) para satisfacer a su madre. El matrimonio ya está arreglado y nada parece augurar que Hedi, débil de carácter y resignado, vaya a cambiar esos planes. Sin embargo, conoce a Rym (Rym Ben Messaoud), una guía turística desinhibida, liberal y apasionada. Salta la chispa entre ellos y el conflicto está servido: el dilema entre autoridad matriarcal y libertad individual, entre satisfacción de las expectativas ajenas o realización de las propias aspiraciones, entre tradición y modernidad.

Si el lector cree haber visto ya esta historia en otras películas, probablemente esté en lo cierto.

Sin embargo, sería injusto decir que “Hedi” es una mala película. Tiene tensión. Los actores son creíbles. El propio Majd Mastoura ha ganado el premio al mejor actor del Festival de Berlín. El director nos mantiene atentos a cómo este joven se va enamorando de una chica que encarna el futuro y la libertad frente al peso de la familia y los deseos de otros. Lo que sucede es que ya hemos visto este conflicto antes y, desde ese punto de vista, la lectura de la historia de los personajes no arroja muchas sorpresas.

Ahora bien, el romance de Hedi y Rym es un trasunto del Túnez actual, que se debate entre el pasado y el futuro en un presente de gran vitalidad. Este segundo nivel es mucho más enriquecedor y, desde esta perspectiva, la película cobra un significado nuevo. En estos jóvenes, vemos las tensiones y contradicciones de una sociedad islámica que no puede -nótese bien el verbo- renunciar a la tradición sin traicionarse a sí misma ni puede volver la espalda a la modernidad si quiere encarar el futuro. Esta tensión entre matriarcado y libertad individual, emigración y permanencia, sueños y proyectos -una diferencia que Rym enseña a Hedi- nos acompaña a lo largo de toda la película.

El dilema que debe afrontar Hedi es el de las sociedades islámicas surgidas de las Primaveras Árabes, que se debaten entre las tensiones políticas, el terrorismo y la guerra. Túnez, que inició el proceso, ha sido el país que ha logrado sortear los riesgos de los primeros años posteriores a la caída de Ben Ali, y ese optimismo que encarna Rym nos recuerda a los manifestantes que creyeron en un Túnez mejor y que chocan con las tradiciones y el pasado. Aquí hay un sofisma porque parece que el futuro es lo bueno y el pasado lo malo; sin embargo, el propio director ha explicado que, en Túnez, pasado y futuro son inseparables y que ahí radica la especificidad tunecina. No cabe un progreso sin memoria ni un avance sin tradición.

Es una película muy interesante, aunque, como digo, uno corre el riesgo de sentir que ya ha visto muchas veces esta historia contada de forma parecida.

 

 

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad