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Ignacio de Loyola

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: jóvenes

La semana pasada se proyectó en el Santuario de Loyola esta película que mañana se estrena en las salas comerciales. No deja de ser llamativo que la primera película moderna que se hace sobre San Ignacio de Loyola no sea española, sino filipina y rodada en inglés –aunque con un reparto y unas localizaciones mayoritariamente españoles-; una producción de la llamada JesCom (Jesuit Communications Foundation), que es como el Departamento audiovisual de la Provincia de Filipinas de la Compañía de Jesús. Se trata de lo que se conoce como un biopic, es decir, una biografía cinematográfica que recorre la vida del santo desde su etapa de noble militar, en torno a 1520, justo antes de la batalla entre Castilla y Navarra por conquistar Pamplona, hasta su marcha a París a estudiar la teología en 1528. En realidad el argumento se centra en el proceso de conversión de Ignacio de Loyola y en sus primeras andanzas anunciando el Evangelio.

Estamos ante un film con vocación comercial, y que de hecho nos recuerda en su comienzo las clásicas cintas de aventuras y espadachines de época, con buen ritmo y esmeradas escenas bélicas, para convertirse paulatinamente en un intenso drama en el que incluso se introduce alguna secuencia mística. Ciertamente estamos muy lejos del antiguo modelo de hagiografías almibaradas, y la película está rodada buscando cierto naturalismo realista, subrayando especialmente los aspectos más humanos del santo, por cierto interpretado con solvencia por el madrileño Andreas Muñoz, más conocido por su trabajo en series de televisión que por su carrera cinematográfica.

Ignacio de Loyola pone su foco sobre la radicalidad de vida del fundador de la Compañía de Jesús, que en muchos momentos recuerda a la de Francisco de Asís; pero también la película nos ilustra sobre la incomprensión de cierto aparato eclesiástico, poco amigo de las novedades y fantasías, como de hecho consideraban a los Ejercicios Espirituales. Todos este entramado complejo y dramático lo maneja con equilibrio el hasta ahora cortometrajista y guionista Paolo Dy, sin forzados maniqueísmos, ni tentaciones ideológicas, yodo ello envuelto en una producción cuidada y realista, como se pone de manifiesto en las secuencias bélicas. Más complicadas son las escenas que recrean sus experiencias místicas, siempre difíciles de plasmar; aun así están correctamente resueltas, y recurren a la fórmula del personaje desdoblado que ya vimos este año en Últimos días en el desierto, sobre las tentaciones de Cristo. Que nadie piense en la película definitiva sobre Ignacio de Loyola. Es más bien una interesante aproximación. Incompleta, parcial… como no puede ser de otra manera, pero sugerente y asumible por un público generalista. Será interesante comprobar si el público español tiene interés en una película sobre una figura clave de nuestra historia. Esta sí que es una constructiva memoria histórica

 

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