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Il villaggio di cartone

Il villaggio di cartone

Público recomendado: Jóvenes

El veterano cineasta italiano Ermanno Olmi, que ya había anunciado su retirada del cine con Centochiodi, no ha podido resistir su tentación de volver a dirigir, y ha estrenado Il villaggio di cartone, protagonizada por dos grandes de la interpretación: Michael Lonsdale (De dioses y hombres) y  Rutger Hauer (El Molino y la cruz, La leyenda del santo bebedor, Blade Runner,…).

La cinta es minimalista y cuenta la historia de un anciano párroco que desmantela su templo, no sólo por su jubilación, sino porque ya nadie acude a la iglesia. Está deprimido y con dudas de fe, cuando llegan al templo buscando refugio un grupo de subsaharianos clandestinos. El párroco les acoge, cierto de que no importa si la fe es débil cuando aún queda la caridad.

Esta película es la caja de resonancia de dos diferentes crisis: la crisis de la Iglesia y la crisis personal de Olmi. Respecto a la primera, la película testimonia en su tramo inicial el avance de una sociedad laicista que ha ido vaciando muchos templos en las últimas décadas. El sacerdote (Michael Lonsdale) recuerda con nostalgia los tiempos en que jóvenes y viejos celebraban los distintos momentos del año y de la vida en el seno de la parroquia. Pero esa deserción del pueblo viene acompañada de la falta de propuesta y de fe de la propia Iglesia: el párroco está cansado, vive de la rutina, su fe es escasa. Por ello le dice a una imagen de Cristo crucificado: “Así de cerca casi no te reconozco; busco tus ojos pero me miras desde un tiempo lejano”. La pérdida de la contemporaneidad con Cristo es la razón de la melancolía depresiva que padece el párroco. Si este personaje se asemeja a un Don Quijote desencantado, Sancho Panza sería el sacristán (Rutger Hauer), un hombre pragmático y de corazón mezquino, que representa a la que podríamos llamar iglesia funcionarial: un hombre que ya solo gestiona los asuntos de la Iglesia sin fe, ni esperanza ni caridad.

A esta crisis se añade la personal de Ermanno Olmi, un creyente sincero que desde hace años vive como problemática la dimensión carnal, histórica de la Iglesia. Le parece que la Iglesia se ha esclerotizado, que su vida se ha cristalizado en normas y preceptos que, piensa él, reducen el Evangelio. Por eso, en algunos diálogos, como el referido al celibato, deja entrever una solapada posición crítica. Sin embargo, el afecto a Cristo que siempre ha declarado públicamente Olmi, también se trasluce en el film, en las oraciones y monólogos del párroco.

Frente a este inquietante panorama, Olmi propone la caridad como camino: “Cuando la caridad es un riesgo, es el momento de la caridad”, afirma con convicción el anciano presbítero. Su acogida de los inmigrantes en el otrora espacio sagrado del templo es una metáfora del establo de Belén. Por eso el párroco canta el Adeste Fideles: su hospitalidad con el diferente, con el paria, el que no tiene nada,… hace que el templo profanado vuelva a ser un lugar habitado por Dios. Olmi dibuja en los africanos una religiosidad mucho más pura e inmediata, una fe en Dios natural y profunda, frente a la duda vieja del europeo descreído que encarna el párroco. Ese cambio radical, epocal, se expresa con la frase que aparece en la pantalla como testamento final del director: “O cambiamos nosotros el curso de la historia o la historia nos cambiará a nosotros”.

La película es muy lenta, contemplativa, minimalista, con una unidad radical de espacio y tiempo, pero cargada de metáforas religiosas. En ese sentido algunos encuadres recuerdan a Dreyer

Juan Orellana

 

Ficha técnica:

 Dirección y guion: Ermanno Olmi.

Itália, 2011

 Duración: 87 min. 

Género: Drama

 Interpretación: Michael Lonsdale (sacerdote), Rutger Hauer (sacristán), Massimo De Francovich (doctor), Alessandro Haber, Irma Pino Viney (Magdahà), Fátima Alì (Fátima).

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