Crítica:
Público recomendado: jóvenes
Seguimos con las propuestas de carácter social, más en concreto, sobre el racismo, y para cercar aún más terreno, sobre los neonazis del siglo XXI. Este tópico ya parecía zanjado y finiquitado con la portentosa American History X, pero ya se sabe: si se puede explotar algo hasta sus últimas consecuencias se hace, a pesar de que en ciertos puntos, la calidad pueda decaer hasta aspectos incluso mediocres. Ahí tenemos el último descalabro del una vez grandioso Atom Egoyan, Remember; o la sensiblera La dama de oro, del acartonado Simon Curtis. La película que nos ocupa hoy podría considerarse una más, sin embargo su peculiar enfoque la convierte en una muestra de cine interesante, bien construido, y en una especie de “Cara B” de la ya mencionada obra de Tony Kaye.
La película narra un evento real, en el que un agente del FBI debe infiltrarse en un grupo de neonazis estadounidenses con el objetivo de desarmar un supuesto plan terrorista. Uno no puede parar de pensar en lo que esta película podría haber sido en manos de gente como Jay Roach o Adam McKay, pues la trama se encuentra muy cerca de la parodia fácil hacia la incompetencia policial; sin embargo, el primerizo Daniel Ragussis opta por un tratamiento más acorde al cine de Denis Villeneuve, salvando las distancias claro está. La tensión, en algunas ocasiones pecando de los tópicos de manual del thriller, se encuentra bien mantenida durante todo el relato, cuyas prisas por entrar directamente en el “meollo de la cuestión” le jugó una mala pasada: la empatía hacia el personaje de Radcliffe es insuficiente para que sintamos lo que el personaje siente. Sabemos solo lo que nos cuentan de su personaje, un desarrollo de personalidad de apenas 10 minutos y que nos impide comprender las cosas por las que hacen a Nate Foster el idóneo para ser el infiltrado en una banda de neonazis. A pesar de ello, la credibilidad del argumento no decae (ese “inspirada en hecho reales” no siempre es sinónimo de verosimilitud), y su correcta función como thriller no cesa, en un juego bien sostenido por la correcta interpretación de Daniel Radcliffe, lejos ya de su época de Harry Potter. Otro punto a favor es esa ausencia del típico “neonazi”: aquí se nos muestra con profundidad la variedad de grupos ultras de etnia blanca, algunos con libres interpretaciones de la religión, otros en movimientos más intelectuales, etc.
El estilo visual se mueve más hacia el lado de lo “british”: colores fríos, estética oscura y sin colores excesivamente llamativos. La violencia en esta película es un punto a subrayar, básicamente porque no hay, algo novedoso tratándose de un tema donde el incipiente de subrayar lo violento siempre ha estado presente. Esto supone una muestra de respeto hacia la historia que está narrando, acorde con el personaje, y por ello sin necesidad de recurrir a la brutalidad de las explosiones de violencia, como aquella famosa y escalofriante escena de American History X protagonizada por un bordillo. Como hemos dicho, la película se acerca más al thriller policiaco que a la simple obra sobre neonazis, y por ello, al ver la película, vemos cierta lejanía a la hora de narrar los hechos, resultando para muchos algo inaccesible, y para otros un punto a favor. Quizá esto podría explicar el limitado estreno en unas cuantas salas de cine españolas, y su frio acogimiento en las pantallas estadounidenses. A pesar de ello, la película se deja ver, y entretiene con gusto.
En conclusión, una película que no aporta nada nuevo al género de “infiltrados”, pero que se deja ver por su peculiar tratamiento a la hora de abordar la temática neonazi. Entretenida, realizada con profesionalidad, con unas actuaciones creíbles, destacando a un cada vez más llamativo Daniel Radcliffe, y con un gran sentido de la crítica racial en una américa “post-Trump”.