Crítica:
Público recomendado: Jóvenes
Resulta extraño que la Fox haya esperado 20 años para producir una secuela de su gran éxito Independence Day, y viendo los resultados comerciales y artísticos, quizás se pueda concluir que se les ha “pasado el arroz”.
20 años después del primer intento de invasión, los alienígenas preparan otro asalto a la Tierra. Algunos de los humanos que tuvieron contacto con ellos perciben esta amenaza, pero no podrán evitar el ataque.
El alemán Roland Emmerich se ha convertido en un especialista en cine de catástrofes. Su filmografía está compuesta de películas que muestran grandes cataclismos: Independence Day, Godzilla, El día de mañana, 2012…
Cuando uno va a ver este tipo de película no pide demasiado en el terreno narrativo; sabe que se va a montar en una montaña rusa de acción y efectos especiales con el único propósito de impactar y entretener. Sin embargo, aunque se prescinda de la riqueza narrativa o la profundidad en los personajes, sí es necesario dotar a los mismos del mínimo carisma y credibilidad para hacer que los espectadores se preocupen por su suerte, y al mismo tiempo el hilo conductor de las diferentes set pieces de acción debe tener una mínima solidez. Ninguna de estas condiciones se da en la secuela de Independence Day, que comete el único pecado que este tipo de película no se puede permitir: aburrir.
Largas secuencias de diálogos explicativos absurdos entre personajes de cartón-piedra acaban consiguiendo que el espectador desee la pronta aparición de los extraterrestres para que acaben con todos ellos.
Las esperadas secuencias de destrucción por las que es conocida la primera película quedan reducidas aquí a la llegada de la inmensa nave nodriza y al clímax final en pleno desierto.
Lo único salvable de la función es un Jeff Goldblum más marciano que los propios extraterrestres. Lo demás no da ni para pasar el rato.