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Infiltrado

Caratula de "Infiltrado"

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Brad Furman ya nos sorprendió allá por 2011 con su más que decente El inocente, un estiloso thriller judicial plagado de estrellas, y que más allá de ser un nuevo comienzo para el (por entonces) mediocre Matthew McConaughey, también nos dejó un buen sabor de boca por la buena capacidad de Furman para dirigir.

Llegó el batacazo con Runner, Runner en 2013 y nuestras esperanzas desaparecieron; a cambio nos dio un mediocre ejercicio de estilo vacío y redundante, con senderos tan trillados y repateados que su resultado fue peor de lo esperado. Y ahora, metidos de lleno en un contexto de cambio, donde el paradigma del bueno y el malo se encuentran en un punto difícil de discernir, Furman nos trae The Infiltrator. De nuevo un tema muy recorrido (y casi corrompido) por cientos de películas: las drogas; en este caso la guerra contra las drogas.

La historia nos sitúa en los años 80, donde el veterano policía Robert Mazur consigue infiltrarse en la banda de narcotraficantes, cuyas redes conseguirán llevarlo hasta el mismísimo Cartel de Medellín. El grave error que comete esta película es el año de su estreno: precedente de Breaking Bad, y con la presente Narcos, actual adquisidora del monopolio de la droga televisiva. Inspirada en hechos reales, y contados de primera mano por el propio Mazur en su autobiografía, Infiltrado se mueve por una fina línea entre el estilo propio y los referentes anteriores, imposibles de pasar inadvertidos: como una especie de aleación entre Uno de los nuestros, Donnie Brasco, y la ya mencionada Narcos. El latente incremento del suspense, así como del thriller hace sumar puntos a una obra con garra pero demasiado correcta y formal, algo de lo que pretendía desligarse en un prometedor inicio; cae presa de sus efectismos, tales como el abusivo uso de una recargada banda sonora en la segunda parte del metraje, así como de sus exuberancias visuales cuyo juego de gamas cromáticas acaba resultando algo pesado. Lo mejor del film son los momentos que nos muestra la cara amable y seductora del mal, cómo acabar encariñándose de monstruos semejantes a Walter White o Tony Montana; además de su efecto psicológicamente demoledor en una gente de la ley, brillantemente encarnado por Bryan Cranston, cuyo gusto por meterse en la piel de personas reales empieza a dar sus frutos. No podemos olvidar la labor de los secundarios, a medio camino entre lo sucedido con Enemigos Públicos de Michael Mann, donde lo mejor se lo llevan los secundarios, y Black Mass de Scott Cooper donde solo hay un protagonista absoluto, comandado por buenos secundarios sin momentos para destacar: buenas interpretaciones con algún que otro momento que sobresale por encima del protagonista absoluto, pero que en conjunto no resultan actuaciones muy relevantes, salvo la de John Leguizamo.

En conclusión: una buena película que nunca aburre, muy entretenida y con una actuación de Bryan Cranston formidable. A pesar del manido del argumento nunca a llegas a cuestionarte nada de lo que sucede, cuya veracidad fundamentada consigue meternos de lleno en la psique de Robert Mazur. Si se echa de menos algo de atrevimiento, y que su resultado no fuera tan lineal y olvidable; a pesar de todo resulta una película recomendable.

 

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