Crítica
Público recomendado: +18
Hay películas en las que se sabe ocultar información para revelarla al final: Psicosis, El club de la pelea, Chinatown… la polaca Insensatos (Tomasz Wasilewski, 2022) no es una de ellas. Si bien está construida en función de la revelación final, la manera de ocultar la información no es como en las cintas nombradas arriba. No es solo que se puede sospechar lo que pasa desde entrada la cinta, sino que las pistas que da Wasilewski (Estados Unidos del amor, 2016) son francamente burdas. El espectador avezado las atenderá, sin embargo, con algo más que alipori por incredulidad, pues es difícil caer en la cuenta de que el director haya decidido contar eso, de esa forma. Las atenderá, si además de avezado está en sus cabales, con repulsión. Luego se agradecerá que al menos el director lo haya contado a través de la fotografía del rumano Oleg Mutu, lo único rescatable, si es que algo hubiese, porque semejante fotografía, por hermosa que sea, sigue estando en función de lo narrado, que es espantoso.
Y qué es lo narrado: pues Marlena (Dorota Kolak), de unos sesenta y pocos años, madre de tres, enfermera en la Maternidad, vive en pareja con Tomasz (Lukasz Simlat), unos veinte años menor, frente al mar. Viento y olas se fotografían casi sin profundidad como si estuviesen en dos dimensiones; paisaje y personaje son chatos. Esa cualidad pictórica, la superficialidad, que es reflejo del alcance moral de los personajes, se aprecia por ejemplo en uno de los planos que recuerda a un cuadro de Dalí (el surrealismo tiene que ver, y mucho). Una llamada telefónica que Marlena no quiere atender será el detonante para que sus vidas cambien: uno de sus hijos, Mikolaj, está parapléjico y ella decide llevarle a casa y cuidarle, con la consecuencia de esta nueva situación para la pareja. No se sabe a cuenta de qué es ese y no otro el detonante, parece una decisión extradiegética para llenar metraje, para poder retrasar la revelación. Casi quisiera arruinar el final para evitar el enfado y el desagrado a nuevos espectadores. Me limitaré a rogar que a la primera pista burda abandonéis, pues eso desalmado que creéis que está pasando es exactamente lo que está pasando, y para qué quedarse a confirmarlo.
En todo caso, se trata de un drama que es por poco una tragedia griega si no fuese porque todo reconocimiento de las propias acciones destructivas está ausente, es más, la vergüenza no existe, y dichas acciones son reivindicadas como si no tuviesen su origen en la más profunda caída en desgracia y el más antiguo de los tabúes. Parece propio de los tiempos que corren, y lo es, pero Wasilewski, visionario, va más allá: en una entrevista dice sin ningún tipo de reparo que sus protagonistas «no están haciendo nada malo» pues son «las reglas de la sociedad las que los marginan», que ellos «pensaron que el amor lo puede todo» y —lo dice con una voz suave que pretende inútilmente contener su depravación—: «la sociedad interfiere con su amor y lo destruye».
Insensatos no abre, derriba la ventana de Overton, así, con una bola de demolición, para este asunto que ya pulsa en la pornografía y que los del alfabeto que corrompen niños tienen en su lista.
En la misma entrevista, Wasilewski «aclara» que su película se llama así no porque sus personajes sean estúpidos, sino porque de tan soñadores, pensaron que «su amor sería suficiente». Y es que Insensatos no es la traducción precisa del polaco glupcy, que viene a ser «tontos», «locos» o «necios», en todo caso, estamos ante la desviación malévola y repugnante que el director, indecorosamente como sus personajes, trata de colar como compasión y virtuosismo.
Narcisa García