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Introduction

Caratula de "Introduction" (2018) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +13

Introduction hace honor a su título. Con su breve metraje -próximo a los sesenta minutos-, el penúltimo film de Hong Sang-soo sabe a eso, a introducción, a texto al que le faltan las conclusiones (que debe extraer el espectador) y, en el fondo, también el cuerpo. Introduction es más bien un esbozo, un apunte cinematográfico construido sobre tres pinceladas, numeradas con títulos sobreimpresos y representativas de una tríada de vínculos, a saber: el de un joven con su padre médico, el de una estudiante de moda con su controladora madre, y el de la progenitora del primero con un actor veterano. Como los buenos maestros, sin embargo, el realizador surcoreano construye una densa maraña de interrelaciones y significado sobre esos tres trazos finísimos, solo en esencia sencillos. El minimalismo de Introduction, como el de todo el cine de Sang-soo, esconde una profunda indagación sobre la naturaleza de los afectos humanos. Un sutil movimiento de cámara, un personaje levemente desenfocado, o el empleo del zoom -el mejor uso de este recurso que un director ha hecho, posiblemente, desde John Cassavetes- adquieren en el relato un inusitado peso emocional. A través de ellos se revelan no solo las interacciones entre los personajes, sino también algunas trazas de su carácter, de su mismo mundo interior. El principio -atribuido a Godard, pero defendido antes por Rivette- según el cual “un trávelin es una cuestión moral”, adquiere en Introduction una nueva dimensión: no tanto como valoración de las decisiones formales del director, sino más bien como juicio de este sobre sus personajes. De hecho, el film de Sang-soo supone una vuelta de tuerca en el empeño de este realizador por revelar la relación entre la dimensión afectiva y la conciencia. El surcoreano demuestra de modo convincente que no se trata de dos compartimentos estancos, sino íntimamente relacionados entre sí. Y lo hace sin estridencias, sin dramas, al modo en que se presentan de ordinario los acontecimientos de la vida: en toda su cotidianidad, en su aparente intrascendencia, carente de brillo.

Es acaso esa falta de adrenalina, de tensión epidérmica, la razón de que el cine de Sang-soo -dentro del cual Introduction funciona como obra paradigmática- sea minimalista no solo en sus formas, sino también en su recepción. Precisamente por ello, se antoja sumamente oportuno el Oso de Plata al mejor guion que obtuvo el film en la pasada edición de la Berlinale. Un merecido reconocimiento a lo que el legendario crítico Manny Farber llamaría cine como arte termita: aquel, que lejos de toda soberbia, se configura royendo sus propios límites. E invita al espectador a compartir el festín.

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