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Judy

Caratula de "Judy" (2019) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

En el invierno de 1969, Judy Garland, toda una leyenda, pero totalmente arruinada, debe abandonar el hotel donde vive con sus dos hijos, Lorna y Joey y se encuentra en la calle sin saber a dónde ir. Desesperada, deja a los niños con su padre, Sidney Luft, el que fuera su tercer marido, y acepta ir a Londres para dar una serie de conciertos. Allí conoce a un joven Mickey Deans, con el que inicia una aventura y que se convertirá en su quinto marido y su última ilusión. Destrozada por el alcohol y las drogas, le queda todavía el trago amargo de la desafección del público.

Basado en la obra de teatro End of the Rainbow de Peter Quiter, el film es un biopic que se centra exclusivamente en el último año de la vida de Judy Garland, la niña prodigio que formó, con el también actor juvenil Mickey Rooney, una exitosa pareja cinematográfica que llegó a protagonizar nueve películas para la Metro Goldwyn Mayer. En 1939, con solo 17 años, Garland consiguió el papel protagonista de El mago de Oz, que le valdría un premio Óscar, que sería el primero de un gran número de galardones.

Siendo todavía una niña, fue sometida a un ritmo de trabajo tan duro, con interminables sesiones de rodaje, que, ya en esa edad tan temprana, se habituó a consumir una gran cantidad de fármacos estimulantes, que fueron el origen de sus adicciones y desequilibrios. Unos interesantes flashbacks de la artista en la época del rodaje de El mago de Oz nos muestran los inicios de su relación con la Metro, que nos hacen comprender la deriva de su vida posterior.

Las adicciones no harían más que aumentar a lo largo de su existencia, hasta que, treinta años después, en la época que refleja el film de Rupert Goold, los excesos y la vida privada desafortunada mostraron ya sus efectos más demoledores e irreversibles en una mujer de solo 47 años, que seguía siendo hermosa, pero con un organismo deteriorado y el alma rota.

El director británico Rupert Goold proviene del mundo del teatro y no es, pues, de extrañar que las mejores escenas de la película sean las que se desarrollan en un escenario, con la artista envuelta en focos y luces, cara a un público con el que pretende crear vínculos de afecto y admiración. Goold sabe, además, dotar algunas de esas escenas de una cierta tensión, como cuando, Judy permanece en silencio cara al público expectante y tarda unos segundos, que se hacen eternos, en empezar a cantar.

Pero lo mejor de la película es, sin duda, la impecable interpretación de Renée Zellweger, que se mete en la piel del personaje, pero sin fundirse con él. No se trata tanto de mimetizar el físico de Judy, cuanto de encarnar el ocaso de una estrella rutilante, rica en reconocimientos y admiración, pero que no supo vivir, y en su búsqueda desesperada de un poco de afecto y comprensión, se fue hundiendo cada vez más en la soledad y la desolación. Cuando canta, no es con la voz de Garland, es Zellwegwer quien canta. Y eso le da humanidad y calidez al personaje. En un momento dramático, por teléfono, su hija Lorna le dice que ella y Joey prefieren quedarse con su padre. El gesto de profundo dolor no es de Judy ni de Renée, es el desgarro interior de una madre que apura hasta las heces la más triste amargura.

Es una delicia volver a oír las viejas canciones de Garland en la voz maravillosa de Renée Zellweger, y un gran acierto de Goold es reservar para el final la más esperada, ese “Somewhere over the rainbow”, que deja un buen regusto en el oído y la memoria del espectador. Y también algo de melancolía, porque, como reza el título de la novela de Quilter, acabamos de asistir al final del arcoíris.

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