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Juego de ladrones: El atraco perfecto

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: jóvenes

A veces no está nada clara la distinción en los métodos utilizados por los policías y los delincuentes, como nos exponen las noticias que nos llegan con cierta asiduidad desde Estados Unidos.

Y parece también que algunos filmes quieran borrar esa delgada línea roja de separación a favor de, a priori, una “justicia” más expeditiva para atrapar a los “malos”. Una muestra de ello es la última del director y guionista Christian Gudegast (Objetivo Londres, Diablo…) con Juego de ladrones: El atraco perfecto, que tiene como protagonista a Gerard Butler, encarnando al “Gran Nick”.

El actor escocés, que fuera estudiante de Derecho, dejó las leyes para dedicarse al cine (300, Mi querido Frankie, Gamer…) y en esta de Gudegast está al frente de un grupo de agentes dedicados a perseguir a ladrones de bancos, que en Los Ángeles parecen ser habituales (según los textos de los créditos iniciales, se produce un atraco cada 60 minutos).

Un “reputado especialista” en estos delitos es Merrimen (Pablo Schreiber: Nick Sobotka en la serie The Wire) que planea dar el gran golpe: desvalijar la Reserva Federal de los Ángeles, para lo cual se rodea de los personajes forzudos más patibularios Levi Enson (50 Cent), Donnie (O’Shea Jackson Jr.), entre otros.

Entre tanta reunión de músculos y ganas de ponerlos a funcionar en uno y otro bando —los agentes del orden no les van a la zaga—, el director, también guionista, se decanta por diálogos previsibles que descubren la psicología tosca de sus personajes. Lo extraño es que Christian Gudegast filme primeros planos de unos y otros —los de Nick son los más numerosos—, en los que únicamente observamos la hierática facial del teniente de la policía, que recurre a taparse el rostro (y con él a evitar la escena a cara descubierta) cuando ve en peligro la relación con sus dos hijas, tras pedirle el divorcio su mujer.

Llegamos a disponer de planos más “normales” para este tipo de películas cuando la banda de Merrime decide asaltar la Reserva Federal. Aparte de las persecuciones de automóviles —donde los realizadores estadounidenses son maestros—, hay más variedad de planos que acompañan a la acción. Son, sin duda, los mejores momentos del filme que se alarga hasta los 140 minutos de metraje. En el tramo final, asistimos a los protocolos para disponer de dinero por parte de las empresas de seguridad que realizan diariamente este trabajo: los distintos controles que hay que pasar (incluso para los externos que llevan comida rápida al personal), la vigilancia que se multiplica cuando sucede, por ejemplo, cortes de corriente, etc.

Destacar también en el guion el “despiste” que urde Merrimen al grupo de Nick y al resto del FBI y, la previsible, traca final de tiros entre “buenos” y “malos” con las más sofisticadas armas. Lo mejor queda para los últimos momentos del filme, pues hay un quiebro inteligente en el desenlace que apunta a una secuela.

Con sus aciertos y errores (simplicidad en los diálogos, excesivo metraje que lastra el filme, un encuentro “extraño” entre Nick y Merrime en la casa de la novia stripper de este último…), Juego de ladrones: El atraco perfecto es el prototipo de película que tiene un público fiel que persigue entretenimiento y soluciones sencillas para días de lluvia, como las que nos están llegando en las últimas semanas. Y que continúen… las lluvias, claro.

 

 

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