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Jugando con fuego

Caratula de "Jugando con fuego" (2019) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: Familiar

El pasado viernes, 17 de enero, a las salas de cine llegaba una tibia comedia familiar, Jugando con fuego, dirigida por el estadounidense Andy Fickman (Héroe del centro comercial 2, 2015), que en España distribuye Paramount Pictures. La película sigue las andanzas del superintendente de bomberos Jake Carson y su equipo de expertos, integrado por Mark, Rodrigo y Axe. El caso es que cuando acuden al rescate de tres hermanos durante un incendio forestal, rápidamente se dan cuenta de que nada podría prepararlos para el desafiante trabajo de cuidar dos niñas y un niño.

Infinita repetición de un estilo de hacer cine ya muy gastado, muy de tiralíneas, que se destapó en los años 80, por ejemplo, con la prescindible Me enamoré de un maniquí (Michael Gottlieb, 1987). Desde luego, el filme que nos ocupa está a un nivel tan bajo como esta producción, a pesar de que la lectura positiva de Jugando con fuego es el vínculo afectivo que se establece entre el rescatador y los rescatadores, aunque no aporte nada más al conjunto, ni en sus aspectos externos ni en los internos.

El ‘pecado’ de estas historias alcanza su punto más alto con Un detective en el kinder (Ivan Reitman, 1990), protagonizada por Arnold Schwarzenegger. Su éxito y la elemental veta cómica de los contrastes grande-chico, metódico-desordenado, por ejemplo, favoreció la expansión de producciones de filmes similares, casi de inmediato.

La fórmula se ha repetido, además en más ocasiones. De modo que algo ha de tener para que el mal sea necesario y aguante tanto fuelle. Así las cosas, en el pasado otros forzudos del cine pasaron por este trance, más que por iniciativas personales por cuestiones profesionales. Recordamos que Vin Diesel fue Niñera a prueba de balas (Adam Shankman, 2005), y que Dwayne “The Rock” Johnson protagonizó Hada por accidente (Michael Lembeck, 2010).

Ciertamente, Jugando con fuego no es una película pretenciosa, lo cual la salva bastante, pero siempre queda lastrada por un guión previsible y diálogos o gags que ya no funcionan. Y es que la hilera de clichés que se muestra en este tipo de producciones cada vez es más extensa y, al tiempo, cada vez está menos trabajada. Por otro lado, tampoco se explotan los recursos actorales de sus co-protagonistas, a sabiendas que han funcionado bien en otras películas.

Queda, pues, otra historia de tantas para pasar el rato, que ni suma ni resta a lo que hoy día ofrece la parrilla televisiva los domingos a la hora de comer.

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