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La bruja

Caratula de "La bruja" (2016) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Estados Unidos se fraguó con el miedo metido en el cuerpo.

Miedo a los nativos americanos, miedo a los franceses y por su puesto miedo a un Dios vengativo que venía de fábrica de una Europa cada vez más secularizada, obsesiva y desviada del camino original. En este contexto también estaba el miedo al demonio y de rebote a las brujas. Bien conocidos son algunos de los acontecimientos que tuvieron lugar durante aquellos años como los llamados “juicios de Salem”, en los que catorce personas fueron condenadas a la horca por brujería en un hecho, que en realidad, nada tenía que ver con el cristianismo.

En este caldo de cultivo una familia vive aislada cerca de un siniestro bosque. No sabemos qué ha pasado realmente, pero han sido apartados de su comunidad, intuimos que porque algo o alguien desestabilizó el orden de las cosas. Allí, en contacto directo con la naturaleza, un día desaparece sin dejar rastro de forma casi fantasmal el bebé de la familia. Sospechan que lo ha secuestrado una bruja.

La bruja es una cinta de terror aunque escasa en sangre e imágenes horripilantes, lo verdaderamente impactante es lo que va por debajo. Si al principio hablábamos del miedo con el que nació lo que vendría a ser Estados Unidos, el film de Robert Eggers se zambulle en ese miedo para esbozar un retrato bastante aproximado de un terror congénito del ser humano, el miedo a lo desconocido. Esta familia tiene miedo de un continente nuevo pero porque no lo conoce, tienen miedo a Dios pero porque tampoco lo conocen y tienen miedo a su propia familia porque tampoco terminan de conocerse entre ellos.

Robert Eggers se pone por primera vez detrás de las cámaras de un largometraje tras años trabajando como diseñador en el departamento de arte de numerosos cortometrajes. Había dirigido, eso sí, un par de cortos con sus raíces hundidas en el género, Hansel y Gretel y The Tell-Tale Heart, basado en el relato de Edgar Allan Poe. No es de extrañar que Eggers supiera dónde se metía y con quien tenía que vérselas. La figura de “la bruja” ha sido moderadamente explotada en el género de forma seria de modo que al director le quedaba mucho margen para contar su historia.

Cocinada a fuego lento La bruja es una película en donde el terror se va colando poco a poco en nuestro interior. Aunque tiene un par de imágenes realmente turbadoras no hay escenas de sangre ni casquería pero sí un profundo impacto en determinados momentos y conceptos. Al final, la película de Eggers no deja de ser una cinta de terror puro y duro lo que ha disgustado a algunos que pensaban que estaban viendo un ensayo filosófico sobre el miedo y el ser humano. Es cierto que algún apunte hay en este sentido pero que nadie lo olvide, La bruja es cine de terror y por tanto, también cine fantástico.

 

 

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