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La ceniza es el blanco más puro

Caratula de ""

Crítica

Público recomendado: Adultos

China, 2001. La joven Qiao, antigua bailarina que llegó del campo a la ciudad, está perdidamente enamorada de Bin, cabecilla del hampa local de Datong, la capital china del carbón, en la provincia septentrional de Shanxi, cerca de la frontera con Mongolia. No está directamente involucrada en los negocios de Bin, pero está siempre a su lado y le ayuda en su garito de juego. Un día, Bin es atacado por una banda rival. Cuando Qiao ve la brutalidad de la paliza, empuña un revolver y dispara varios tiros al aire en plena calle. Consigue salvar la vida a su amado, pero ella es condenada a cinco años de cárcel. Transcurrido ese tiempo, a la salida de prisión, Qiao va a buscar a Bin e intenta volver con él, pero él la rechaza. Todo ha cambiado para ella: los hombres que había conocido como auténticos gánsters ahora son personas notables de la ciudad, aquel por el que ella arriesgó su vida ha rehecho la suya por otros derroteros.

La historia de los amantes no se termina ahí. Diez años más tarde, en Dantong, Qiao sigue soltera, con el corazón bastante más seco y endurecido, pero ha conseguido labrarse una posición importante. Ya nada es igual que antes. El río de la vida sigue su curso y es casi imposible navegar aguas arriba.

Al principio de la película, aparece el ambiente sombrío, violento y deshumanizado de una ciudad dominada por el hampa y los bajos fondos. Sin embargo, a partir de una escena de una brutalidad extrema –hasta el punto de no poder mantener la mirada en la pantalla–, Qiao se aleja de ese escenario de barbarie y el hilo argumental la sigue y se centra totalmente en ella. No es un salto brusco, porque, en realidad, el núcleo temático de toda la historia es el retrato de Qiao en dos tiempos, un antes y un después, marcados por su estancia en la cárcel. En la primera etapa, era una mujer sofisticada, que se movía con soltura en el garito de Bin, aunque conservaba el punto de ingenuidad de no ver más que por los ojos de su hombre. Después del período carcelario, ya no es la misma, aparece endurecida, sin maquillaje y, en su rostro, las señales de esos cinco años entre rejas. Ahora es una mujer temible, llena de malicia. Sin embargo, sigue igual de enamorada del hombre por el que se sacrificó. Quizá por eso, sigue siendo frágil en un cierto sentido, y necesitada de un ideal al que aferrarse.

Jia Zhang-ke no muestra directamente los negocios de Bin, sino que los vemos a través de los ojos de su amante, por lo cual no conocemos detalles de su actividad delictiva y ni tan siquiera sabemos bien si corresponde realmente al amor incondicional de Qiao o, sencillamente, se deja querer. Esa suerte de incertidumbre en todo lo que concierne a Bin produce una sensación desazonante a lo largo de toda la película. Además es tan larga, que es fácil perderse en algún momento. Lo cual no significa en absoluto que resulte pesada o aburrida. Muy al contrario, desde el principio hasta el sorprendente desenlace, Zhao Tao (esposa del cineasta Jia Zhang-ke en la vida real) consigue, con su magistral trabajo, conectar con el espectador, hacer que empatice con el personaje de Qiao y vibre con sus esperanzas y sus desengaños.

En el fondo, la desilusión de la protagonista es la imagen de una China, invadida de celulares y cámaras de seguridad, obsesionada por avanzar hacia un cambio que, al final, no va a aportarle nada bueno por lo que merezca la pena luchar. Hay un cierto eco entre la melancolía de Qiao por la felicidad perdida y algunas realidades o circunstancias del país: dejan de explotarse las minas de carbón que daban trabajo a tanta gente, porque se ha optado por el petróleo; o como la situación de los tres pueblos fluviales engullidos por la presa de las Tres Gargantas, la mayor del mundo, que ha conseguido, además de la producción de energía, proteger a los habitantes cercanos de las terribles inundaciones que sufrían, pero que también ha supuesto la destrucción de valiosos bienes culturales y que ha tenido consecuencias ambientales devastadoras. Personaje de Qiao y país se han dejado mucho en el camino, una senda que no se sabe bien a dónde conduce. Todo el film es como un juego de espejos entre el personaje -su amargura y su nostalgia jamás satisfechas­- y el paisaje en el que se desenvuelve. El volcán que sirve de fondo al reencuentro de los dos amantes ¿está realmente apagado o solo está latente? En todo caso, como afirma Jia Zhang-ke, La ceniza es el blanco más puro.

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