Crítica
Público recomendado: +16
“Consideremos la manera en que pasamos nuestras vidas. Este mundo es un lugar de negocios. ¡Qué bullicio infinito! Casi todas las noches me despierto por el resoplido de la locomotora. Interrumpe mis sueños”. Las palabras de Henry David Thoreau resuenan sobre la imagen de una locomotora vaporosa; una chica que desde el barco ve la estatua de la libertad; el ajetreo de la gente que llega a la “Gran manzana”, un reflejo moderno de ese “sueño americano” actualizado. Así arranca la última película del realizador mexicano Alonso Ruizpalacios (Narcos: México, Güeros, Museo, Andor).
Después de su estreno en el Festival de Cine de Berlín, en el que optó al Oso de oro, La cocina ganó en el Festival de Morelia el premio del público a mejor largometraje de ficción. Estuvo nominada a mejor película latinoamericana en el Festival de Cine Mar de Plata y, además, compitió en la sección oficial de la Seminci, en Valladolid.
Basada en la obra de teatro del también británico Arnold Wesker, La cocina nos cuenta la llegada a Nueva York de Estela, una joven inmigrante mexicana que, tras salir de la terminal del aeropuerto y sin conocer el idioma, consigue llegar hasta la trastienda de The Grill, un restaurante situado en algún rincón de Times Square. Allí, la historia sigue a Pedro (Raúl Briones), un cocinero mexicano, y Julia (Rooney Mara), una mesera estadounidense, en una trama que mezcla drama, comedia y crítica social. Narrado con un ritmo frenético, en un atractivo estilo inmersivo que demuestra un manejo brillante de las lentes, los movimientos de cámara y los encuadres.
Maravillosos Rooney Mara (Her, Ellas hablan), Raúl Briones (Mano de hierro, La templanza) y Anna Díaz (Un cuento de pescadores, Sangrientos dieciséis), protagonistas de la historia, y destacable el enigmático Motell Gyn Foster, a quien vimos en Historia de un matrimonio y Clickbait, en este caso, se mete en la piel del cocinero Nonzo, un cocinero reservado, pero noble y bondadoso. Lo interesante de los personajes, que a duras penas caminan sobre un hilo en la caótica cocina de Ruizpalacios, es cómo la cinta explora sus retos y aspiraciones, combinando un enfoque social con un despliegue técnico destacado. Una de las mejores escenas de la película refleja esto de una manera hermosa, cargada de sensibilidad: los cocineros van fuera a un callejón a descansar y a fumar, mientras conversan sobre sus sueños, medio de broma, medio en serio, Nonzo revela: “mi sueño es desaparecer”.
La dirección de Ruizpalacios brilla en su habilidad para capturar el dinamismo de la cocina y las tensiones humanas. La película está filmada en blanco y negro, un recurso visual que resalta tanto el dramatismo de las escenas como la monotonía de las vidas de los personajes. Su diseño sonoro es otro punto fuerte, especialmente en las secuencias dentro del restaurante, donde la mezcla de ruido y movimiento amplifica la sensación de caos. Ideal para quienes buscan historias con profundidad social y estilo visual distintivo.
Rosa Die Alcolea