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La conspiración de noviembre

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Ha pasado más de una década desde que Pierce Brosnan abandonó la saga de James Bond. Y parece que echa de menos el papel de espía, porque a través de su productora ha comprado las novelas de Bill Granger sobre el agente de la CIA Peter Devereaux. La conspiración de Noviembre es la primera adaptación de estas novelas que llega a las pantallas.

El agente de la CIA Peter Devereaux, ya retirado, recibe un encargo para proteger a una testigo que puede poseer la clave de una oscura trama política. Devereaux se tendrá que enfrentar con el joven David Mason, su aprendiz en la CIA.

A pesar de que es inevitable la referencia al pasado de Brosnan como agente 007, lo cierto es que Peter Devereaux es un personaje muy diferente. Nada de glamour, refinamiento ni humor, sino una buena dosis de desencanto, tristeza y cinismo. Estamos ante un hombre corriente, que se hace su propia colada y se mueve en entornos humildes, un agente que en su trabajo demuestra que puede tener miedo y dudar de sí mismo. En ese sentido, podríamos decir que está más cerca del Jason Bourne de Matt Damon. Eso sí, es igual de letal y contundente que ambos precedentes cinematográficos. Pero las coincidencias no acaban ahí, porque la compañera de aventura de Brosnan, no por casualidad, es Olga Kurylenko, “chica Bond” en la reciente Quantum of Solace.

La trama intenta equilibrar el retrato personal del espía con la acción y la intriga política. El trasfondo de la Guerra Fría presente en la novela (que en realidad es la séptima sobre el agente Devereaux) se ha trasladado al presente, al conflicto entre chechenos y rusos. Como suele ser habitual en el cine de espías, es una trama algo enrevesada, con giros y sorpresas, pero Donaldson la narra de forma correcta y se sigue sin mayor problema. Quizás el estilo de filmación sea algo impersonal, algo televisivo. En raras ocasiones da la oportunidad de emocionarse. Ninguno de los personajes llega a enganchar al espectador, que simplemente encontrará un correcto entretenimiento con una pizca de reflexión política en la mezcla, un retrato poco esperanzado de las altas instancias que deciden el rumbo de los países.

 

 

 

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