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La correspondencia

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Ed Phoerum (Jeremy Irons) es un eminente profesor astrofísico que mantiene una relación sentimental con la joven aspirante a académica Amy Ryan (Olga Kurylenko) y doble de acción en películas.

Debido a que Ed tiene familia y a que viaja constantemente para dar conferencias en todo el mundo, la relación de la pareja se mantiene gracias a breves encuentros y múltiples mails, conversaciones por Skype, regalos y grabaciones en DVD. Antes de morir, Ed  decide mantener la llama del amor y su presencia en la vida de su compañera a través de flores, e-mails programados y grabaciones a las que Amy se aferra desesperadamente.

Lejos de centrarse en la cuestión moral sobre la relación, Giuseppe Tornatore (Cinema Paradiso, La mejor oferta) guardó la idea de abordar una historia de amor que perdura gracias a las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías hasta un más que preciso momento actual. A partir de ello, el director desarrolla la idea principal de la historia: el amor puede perdurar a pesar de la ausencia física del otro si empleamos los medios de comunicación a nuestro alcance. Aunque es cierto que en ocasiones se puede percibir que la figura de Ed una vez difunto puede ser más un obstáculo que una ayuda para la nueva vida de Amy, la imagen del amor representada es mucho más positiva que la propuesta en la anterior cinta de Tornatore, La mejor oferta, ya que la virtual presencia de su amante es la que finalmente ayuda a Amy a rehacer su vida y superar la muerte del mismo.

A pesar de lo positivo de ese mensaje, de la relativa originalidad de la idea- no se puede olvidar que algo parecido sucede en films como Mi vida sin mí (Isabel Coixet,2003) o Posdata: te quiero (Richard LaGravenese, 2007) y de contar con el veterano y “espectral” Irons y una Kurylenko que no desentona en este papel dramático, la película no es redonda porque cuenta con un guion de casi dos horas demasiado redundante y que no logra transmitir al espectador el supuesto hondo amor que se profesan más allá de las palabras y las lágrimas de sus protagonistas. Prácticamente, todo queda reducido a ver a Ed emitir diálogos que mezclan las teorías astrofísicas con la pura cursilería y a una Amy sufriente en el lapso de tiempo entre una grabación y otra. De hecho, las contadas escenas de acción con las que la mujer se gana la vida, así como los paisajes de Inglaterra, Escocia e Italia y algunos fragmentos de la banda sonora de Ennio Morricone, resultan un agradable respiro ante la flagrante dosis de melodrama de esta historia.

 

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