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La (des)educacion de Cameron Post

Caratula de ""

Crítica

Público recomendado: Adultos

El pasado 5 de abril se estrenaba Identidad borrada, una cinta de Joel Edgerton basada en las memorias de Garrard Conley. En la película, Nicole Kidman y Russell Crowe interpretaban a los padres de Jared, un joven que tras dar a conocer su homosexualidad era internado en un centro evangélico de terapia. Basada en un caso real, la película era, entre otras cosas, un ataque frontal a la religión. Coincidiendo con el estreno del film, tuvo lugar en España el libelo mediático contra el Centro de Orientación Familiar de la diócesis de Alcalá de Henares, al que se acusaba de hacer terapias de reconducción de la homosexualidad. Ahora se vuelve a las andadas con una película prácticamente calcada de la anterior, pero con protagonista femenina.

La (des)educación de Cameron Post se basa en la novela de la profesora Emily M. Danforth, publicada en 2012. Danforth es una homosexual militante de la causa LGTB que siguió con interés el controvertido caso de Zach Stark, un joven homosexual ingresado por sus padres en un centro evangélico terapéutico para gays. De ahí le viene en parte la inspiración para su novela. Libro y película nos cuentan la historia de una menor huérfana, Cam (Chloë Grace Moretz), que sorprendida en una relación lésbica, es ingresada por su tía en el centro evangélico La promesa de Dios. Pero durante su internado la chica no va a experimentar el menor cambio en sus preferencias sexuales. La directora del film es la newyorkina de origen iraní Desiree Akhavan, que se declara abiertamente bisexual y cuyo primer film, Una chica de Brooklyn tenía como temática la identidad sexual.

Todo este contexto ayuda a situar la película en su verdadera perspectiva e intencionalidad. Si analizamos el guion con detenimiento, veremos que la película lo que pretende es demonizar el concepto de “pecado”, como un invento religioso que coarta la libertad de las personas para seguir sus propias inclinaciones. En el film se caricaturiza a los personajes que tienen una mirada religiosa y moral sobre la vida, y aparecen como verdaderos perturbados desconectados de la realidad. Pero curiosamente y como consecuencia, ningún católico puede experimentar la más mínima empatía con estos personajes escleróticos, que no ofrecen ningún atractivo en sus vidas y que están atravesados de un moralismo rígido impermeable a los hechos. La película, paradójicamente, pone de manifiesto que no puede darse ningún acompañamiento que pase por encima de la persona y que no vaya al centro de la experiencia humana. En ese sentido, la comunidad terapéutica que presenta el film El creyente está mucho más cerca de lo que significa un camino de cambio real de las personas. Desconozco el mundo de los centros terapéuticos evangélicos norteamericanos, pero lo que está claro es que la pastoral de la Iglesia católica con los homosexuales está en las antípodas de lo que plantea la película. Vende más proponer una especie de película de terror.

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