Crítica
Público recomendado: +7
Francia nos ha legado recientemente auténticas joyas de animación. Del país vecino llegaron títulos tan fascinantes como Ernest y Celestine, El malvado zorro feroz, La vida de Calabacín o ¿Dónde está mi cuerpo? Gemas cinematográficas.
Adaptando con enjundia y brillantez el libro de Dino Buzzati, salvo cierto y torpísimo desliz feminista, el director Lorenzo Mattoti nos brinda una agudísima reflexión sobre el poder, casi siempre arbitrario y despótico. Y sus inveterados usos y costumbres, colonialismo o neocolonialismo mediante. A través de una animación limpia, sencilla y compleja a la par, cromatismo hábilmente labrado, y partida en dos voces narrativas, al estilo de las matrioskas rusas, en La famosa invasión de los osos en Sicilia nos topamos con un cuentacuentos de la comedia del arte que transita siempre escoltado por su hija y, también, con un vetusto oso que mora recóndito en su feliz covacha, ofreciéndonos una arrebatadora fábula donde pulula toda una panoplia de monarcas osos, oseznos raptados por obtusos cazadores, ofensivas bélicas, brujas, hechiceros, invasiones y alcázares.
Los osos, seres libres, libérrimos, y en fausta avenencia con la naturaleza, se apoderan de las armas humanas. Consiguientemente, heredan la sed de poder (y de mal) y la brutal demencia por obtenerlo a cualquier precio. Si el poder corrompe, el poder absoluto (y armado) corrompe absolutamente. Gran reflexión antibelicista de Mattoti, así como su serena manera de afrontar nuestra condición mortal, las imperecederas incongruencias de la especie sapiens sapiens y el realismo y franqueza con que afronta la tantas veces complicada relación intergeneracional.
Perdurable por tantas cosas, coreografías musicales incluidas. Música ejecutada con diferentes instrumentos y perfiles, abarca desde el piano a las tonadas juglarescas. Todo roza la perfección. En definitiva, Mattotti firma una alhaja, celuloide sobriamente ebrio, con refinada delicadeza y óptimo estilo.