Crítica
Público recomendado: +18
La Gomera es un thriller dirigido por Corneliu Porumboiu. La película se desarrolla principalmente entre Rumanía y la isla de La Gomera, que ofrece un pretexto dramático sencillo y original: Cristi, agente de policía que también trabaja con la mafia, debe viajar a la isla durante un tiempo para aprender el silbo gomero, una ancestral forma de comunicación canaria con la que poder comunicarse sin ser descubierto para una importante misión.
Le trama se desarrolla en una desestructuración del relato que genera un inquietante viaje: las piezas de un puzzle que no entendemos del todo se nos van desgranando poco a poco y contradeciéndose entre sí, para ir depejando las incógnitas de un viaje en el que hay mucho que perder. El protagonista de este viaje, Cristi, es un hombre sin pertenencia clara que solo parece responder a bandazos en consecuencia de lo que los distintos mundos a los que pertenece le sirven en bandeja, como un títere inevitable.
La película -que cuenta con referencias al cine clásico, desde el western de John Ford hasta Hitchcock, pasando por el crime cinema rumano- se articula conscientemente en base a la imprecisión del lenguaje: Cristi debe aprender un lenguaje ancestral que no se basa en la fonética de las palabras, y que resulta ambiguo, impreciso.
Pero no solo la trama abarca la cuestión del lenguaje: toda la narrativa reflexiona sobre el fenómeno de la ambigua y fagocitada semiótica cinematográfica. La imagen y la ficción, como parte de un legado autoconsciente, hacen acto de presencia un pronunciado dispositivo voyeurístico que pasa por cámaras de seguridad, por espejos y por marcos y formas de reencuadrar el material fílmico. Un intuible propósito de la película es subdividir la imagen en unidades más pequeñas en cuanto la ocasión lo permita, favoreciendo que nos enfrentemos a la narración con una distancia que, de forma poco propia del thriller convencional (al igual que en el caso de autores como De Palma), nos hace vivir esa narración desde la visión de un espectador tan consciente de la pantalla y de sus capas como absorbido por ella y, al mismo tiempo, tan expuesto a los hechos e imágenes que enhebra la película como mangoneado por su arrinconamiento y sus fintas.
Porumboiu nos ofrece la mirada encuadrada, que el cine no puede ofrecer de otra manera, pero evidenciando el artefacto de una forma sutil que en ningún caso renuncia a ritmo o intensidad narrativas, sino buscando ofrecernos una cierta perspectiva que nos deje relacionarlos con el relato y convivir con él en la distancia que decidamos. El resultado es un elegante thriller reposado y excitante con sofisticadas dosis de comedia que resulta estimulante y provocador.