Crítica:
Público recomendado: Adultos/Jóvenes
La Gran Muralla es la nueva película de Zhang Yimou, el aclamado director chino responsable de obras como “La casa de las dagas voladoras”, “Amor bajo el espino blanco” o “Coming Home”.
La que nos ocupa destaca en su filmografía por su destacada proyección internacional, por el elevadísimo nivel de producción, y, también, por lo insustancial que tiene frente al resto de su filmografía.
Si Yimou ha abarcado películas con un enfoque más intimista, cotidiano, enfocado hacia lo humano, en esta película nada de eso se encuentra presente; estamos ante una superproducción en la que unen fuerzas China y USA, con lo que ello implica: un sometimiento por parte de Estados Unidos a las rígidas normas a las que ajustarse en una coproducción con China.
La gran muralla cuenta con varios elementos que, además de no coordinarse adecuadamente, hacen del resultado final un film nada deseable, incluso para los amantes de la acción a destajo o de lo fantástico. Cuenta con una dirección extraña, con un montaje conformado por planos poco inteligibles cuando no están plagados de CGI, ya sea recreando la famosa muralla, haciendo explotar cosas o llenando escenarios digitales de criaturas monstruosas digitales. Todo es absurdamente exagerado e incongruente; hasta el sonido de las puertas es absurdo.
En una fusión con lo fantástico y llena de acción (aunque una acción poco interesante), guiada por un guión malucho, facilón y absurdo, en el que Matt Damon, Pedro Pascal y Willem Dafoe interpretan a personajes huecos en papeles sin sentido con subtramas absurdamente innecesarias, y, peor que nada, con un intento de discurso de fondo débil y generalista, en el que la codicia representa el mal que ha generado a las perversas criaturas enemigas, y en el que es precisamente la codicia lo que lleva a los personajes a la perdición, La gran muralla es una tremenda pérdida de muchas más cosas que tiempo y dinero.