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La habitación

Caratula de "La habitación" (2015) - Pantalla 90

Crítica:

Público: Jóvenes

¿Quién se para a mirar la belleza de una lámpara de casa? ¿quién acaricia el lavabo del baño o  saluda a esa pequeña planta de la cocina? ¿quién se conmueve ante un rayo de sol que invade la habitación sin previo aviso?

Desde las bellas e inspiradoras tierras irlandesas nos llega una sencilla pero honda película, capaz de codearse con las grandes propuestas cinematográficas del año. Con una realización emotiva y eficaz del irlandés Lenny Abrahamson (Frank) y una soberbia interpretación de Brie Larson (Las vidas de Grace) La Habitación es una de las películas más originales y poéticas del cine reciente.

Jack es un niño de cinco años que vive con su madre en una pequeña casa que él llama “Habitación”. Hasta ahora su madre le ha contado que no existía nada más en el planeta que ellos, su propia habitación y el viejo Nick, un extraño hombre que les lleva comida de vez en cuando y que parece tener los números mágicos que abren la puerta de Habitación. Pero tras cumplir los cinco años su madre, decide contarle toda la verdad y revelarle qué está pasando realmente.

La habitación es una historia dura y realista pero llena de poesía visual que nos termina conmoviendo. Con un guión muy original, basado en un best seller escrito por la misma guionista, la película está estructurada en dos partes bien diferenciadas, con un final algo escaso de fuerza. La química entre Brie Larson y Jacob Tremblay (impresionante actor infantil) son el corazón de una historia llena de verdad, que bien merece las cuatro nominaciones a los oscars que ha logrado: mejor película, mejor director, mejor guión adaptado y mejor actriz. Ganadora del Premio del Público en Toronto, La habitación nos invita a conocer a Jack para aprender a mirar con sus ojos y acariciar con sus dedos.

Jack es capaz de agradecer a “silla”, “lavabo” o “armario” lo que hicieron por él. Son, en cierta medida, él mismo; fueron ese entorno que no recordamos de cuando fuimos niños porque se nos ha hecho carne… Más allá de la fuerza mental, de la fuerza de voluntad o del poder de la sugestión está la necesidad de una presencia que nos ayude a ser nosotros mismos. Para Jack: su madre. Pero, insistamos, quién se conmueve ante un rayo de sol que invade la habitación sin previo aviso?

Hoy día parece que todo el mundo tiene prisa por hacer cosas y nadie tiene tiempo ni interés de pararse a mirarlas. Boris Groys, filósofo internacional y uno de los críticos de arte más relevantes del momento, ha dicho incluso que los humanos ya no son capaces de entregarse a la contemplación[1]. Si es así, ¿por qué entonces nos conmovemos con películas como La habitación, La vida es bella, Naúfrago o A propósito de Henry al ver a personajes que nos educan en la forma de la relacionarnos con las cosas, que nos recuperan esa mirada buena e inocente? ¿no será que lo llevamos inscrito en nuestra naturaleza?

La habitación es una de las mejores películas del año, apta para espectadores mayores de 12 años y ávidos de ese asombro que comentábamos.  Pero también es una película dura, por la temática y porque pone a prueba la relación materno filial consolidándose así como uno de los temas de moda del cine contemporáneo.

 

 

 

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