Crítica

 Publicado recomendado: +12

Adaptación de la novela homónima de Julien Sandrel. Lisa Azuelos, responsable del éxito taquillero Bienvenido al mundo de LOL (2008) y de su remake norteamericano con Miley Cyrus y Demi Moore, LOL, dirige La habitación de las maravillas. Thelma es una madre soltera de unos cuarenta años, cuya atareada vida profesional le deja poco espacio para la esfera privada. Cuando su hijo de doce años, Louis tiene un grave accidente y los médicos no le dan muchas esperanzas: si no se despierta en las próximas cuatro semanas, quizá nunca llegue a hacerlo.

En casa, su madre encuentra en la habitación de Louis un cuaderno con una lista de deseos que contiene todas las cosas que Louis quiere realizar en su vida. Thelma se aferrará a esta lista para salvar la vida de Louis e irá cumpliendo cada uno de ellos, en una aventura tierna, alocada y esperanzadora en la que se cruzará con variopintos personajes que transformarán su manera de ver la vida.

Alexandra Lamy es de lo mejor que tiene la cinta. Alexandra se hizo famosa gracias a la exitosa serie de televisión Un gars, une fille (Un chico, una chica), que se emitió en el canal France 2, donde actúa junto con Jean Dujardin, quien más tarde se convertiría en su pareja real. Además de sus papeles en televisión (13 proyectos) y cine (22 películas), la intérprete ha participado en obras de teatro. El bello y pacífico rostro de Lamy bendice de alguna manera la historia, aunque no es, para nada, la mejor elección de casting para encarnar a la protagonista de esta historia.

Tampoco supone un acierto el tinte cómico que vemos, principalmente, a través del personaje de la madre de ella, bastante fuera de lugar, aunque aporte diversión y frescura al drama…

Contada desde la mirada de un niño de 12 años y de su madre, que lucha por cumplir sus deseos, la película se convierte en un canto a la esperanza, una apuesta por la vida, aunque en algún momento aparece esa que nos plantea tomar decisiones en nombre de la “libertad” y “poder” del hombre que caracteriza nuestra sociedad. Asimismo, este “cuento de hadas” irradia la belleza que implica soñar y contar con metas vitales. Esto demuestra una sana inquietud por vivir, unas ganas de ser feliz, de disfrutar de las cosas que nos gusten, que admiramos… visto así en un niño de 12 años, despierta una ternura entrañable.

Es una historia que acoge bien el drama, no es necesario manipular las emociones del espectador, como de hecho ocurre, obteniendo un excesivo edulcoramiento. Sabemos que en la vida, muchas veces, acontecen vicisitudes que queremos evitar, apartar o edulcorar, pero lo cierto es que no siempre es la mejor opción. Si el cine es el puro reflejo de la vida en su complejidad y belleza, esta película falla por completo.

Rosa Díe