Crítica
Público recomendado: + 13
Película estrenada en plataformas
Una delicia. Y más ahora, con la que está cayendo con el Black Lives Matter. Un documental que ilumina, reconforta y marca caminos a seguir. Para amantes de la música, desde luego, para interesados en historia de la cultura y de los USA en el siglo XX, especialmente su historia de la segregación y la lucha por los derechos civiles en los años 60, también.
La historia de Motown es relato de un sello discográfico fundado a principios de los años 60 en Detroit, la ciudad del motor (Motor Town), donde tenían sus fábricas de coches grandes marcas, como la Ford. Su listado de artistas es impresionante: Stevie Wonder, Diana Ross, Marvin Gaye, Jackson Five, etc. Motown es uno de los escasos ejemplos en que la casa discográfica que lanza al estrellato a varios músicos alcanza, ella misma, el estatus de estrella. Eso ha pasado con pocas discográficas, también con Atlantic, en Nueva York, o Capitol Records, en la costa Oeste de los USA. Algo menos Chess Records, en Chicago, y Sun Records en Memphis, sol que dio a luz una supernova llamada Elvis. Pero volvamos a Motown.
Motown era un sello que se dedicaba al rhythm and blues, que era el nombre que tenía la música que en los años 20 se llamaba “race music”, que no era otra que la música hecha por cantantes negros para un público negro. Pero todo eso iba a cambiar, gracias a Motown, también a Atlantic, también a Chess Records, gracias a docenas de artistas de color que, con la ayuda inestimable de la radio, encandilaron a los jóvenes blancos y acabaron contribuyendo a eliminar las barreras raciales porque los sentimientos que ponían en sus canciones eran tan humanos que no es que carecieran de color, sino que los tenían todos y en abundancia.
Motown tiene una historia muy particular. Y es que su fundador, músico y productor, había hecho de todo antes de fundar el sello con veintipocos años: había vendido abetos de Navidad con siete años, había puesto una tienda de discos de jazz, había hecho sus pinitos como boxeador, como cantante y como compositor y había trabajado en una fábrica de coches, en la ciudad del motor. Y todo eso se lo llevó a la Motown: un duro negociador, un artista y un organizador que sabía de cadenas de montaje.
En la Motown puso en marcha lo que se conoció como su particular “Assembly Line”, su cadena de montaje. Porque a pesar de ser artista, tuvo una concepción global del negocio del entretenimiento: contrató los mejores compositores que pudo, los mejores músicos de estudio, los mejores arreglistas, coreógrafos, profesores de canto, profesores de buenas maneras, etc. Y cuando los mejores artistas cantaban las mejores canciones se sometían a un durísimo escrutinio para decidir los lanzamientos del mes; allí el criterio de Berry Gordy podía ceder si se abría la perspectiva de que otra elección distinta a la suya pudiera tener más éxito.
El relato del documental es lineal, buena parte de sus protagonistas están vivos, y dirigen el documental el fundador del sello, Berry Gordy y una de las fuerzas creativas que le acompañó durante años: Smokey Robinson. Aportan una mirada sapiencial a un camino que fue de rosas y vino, y también de espino y vinagre. No es de extrañar el magnetismo de la Motown y de sus artistas porque hoy frisando los ochenta años, sigue enamorando la vitalidad arrolladora de estos dos ancianos.
Otro de los grandes aciertos del documental está en el modo en que trata el papel que jugó la Motown en la historia de los USA, cosa que inicialmente no pretendían. Como buen hombre de negocios, a pesar de ser un sello de música “negra” fue consciente de que su música no tenía barreras y que su público eran todos los USA y se rodeó de cuantos hombres de negocio, blancos o negros le ayudaran a recorrer el camino. Sus canciones eran canciones de amor, suaves de letra e impactantes por el ritmo, la vitalidad, su pegada y el inmediato contagio que producían, por la presencia glamourosa de sus artistas, sus milimétricos bailes, donde arte, trabajo, negocio, placer, competencia y familia se daban la mano o se mataban si era preciso. En la década de los grandes conflictos de los derechos civiles Motown aproximó a generaciones de jóvenes y cuando la música tuvo que entrar en la lucha, lo hizo, a pesar de las resistencias de Gordy, que quería mantenerse en el mensaje universal, en vez de la lucha. Sus artistas lo vieron de otra manera, y entraron en combate, con elegancia, eso sí, pero con decisión, allí donde veían que tenían que meterse.
Lo que no hubo en la Motown, ni lo hay en documental es en el odio ni en la revancha, ni en la voluntad de cobrar supuestas deudas o injusticas históricas. Porque aquí hay un gran misterio. Berry reconoce con su mirada sapiencial lo que canto con veinte años: “Money! That’s all I want!”, esa célebre canción de la que los Beatles hicieron una versión con un Lennon atronador a la voz. Gordy reconoce que cuando fundó el sello buscaba hacer dinero, hacer música y conseguir chicas. Tonto no era… Y el resultado histórico de lo que logró superó con crecer su ambición, que por otra parte quedó colmada sin duda. La música a la que se entregaron con pasión se desbordó en sus estudios y nos llegó a todos. No importa ahora cuales fueras sus motivaciones, cuales sus peleas, sus celos, sus engaños o infidelidades. Quedan sus canciones, y ellos para regalarnos la historia de aquella aventura.