Crítica:

Público recomendado: Jóvenes

En esta singular película franco-belga —nominada al César y al Premio Europeo al mejor largometraje de animación—, el escritor francés Mathias Malzieu lleva al cine su propia novela infantil con la ayuda de la realizadora lionesa Stéphane Berla. Los claros referentes fílmicos de ambos son las producciones animadas de Tim Burton —sobre todo, Pesadilla antes de Navidad, La novia cadáver y Frankenweenie—, así como las películas en solitario de Henry Zelick: James y el melocotón gigante, Monkeybone y Los mundos de Coraline. El resultado es correcto, pero muy inferior al de sus modelos.

Edimburgo, 1874. El día en que nació Jack hizo tanto frío que su corazón se congeló, de modo que su madre —con fama de bruja— tuvo que cambiárselo por un bello reloj de cuerda e imponerle tres reglas para que el mágico artilugio siguiera siempre en marcha: no tocar nunca sus agujas, dominar la propia cólera y no enamorarse jamás. Todo va bien hasta que Jack queda prendado de una chica con gafas, cuyos pasos sigue desde Escocia hasta España.

Los imaginativos fondos, la rica gestualidad de los personajes, y los vistosos efectos visuales y sonoros mantienen en todo momento un altísimo nivel estético y emocional, sobre todo en la recta final del metraje. Pero ese despliegue nunca levanta el vuelo por culpa de un guion confuso y deslavazado, que extrema demasiado el melodrama central y en el que los otros conflictos de los personajes se tornan —por decirlo así— demasiado intelectuales y nada cercanos a la multitud de espectadores no iniciados en el universo literario de Malzieu. Otro hándicap de esta película, a la que le vienen grandes los numerosos premios que ha recibido.