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La montaña entre nosotros

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: adultos

Un tan bello como descomunal paisaje, en el que ser humano puede aproximarse la medida de su dimensión en el mundo, es el escenario donde tiene lugar la aventura forzosa de Ben Bass (Idris Elba) y Alex Martin (Kate Winslet) en la que se ven envueltos por un accidente de aviación en La montaña entre nosotros, dirigida por Hany Abu-Assad (Idol, Omar, Paradise Now).

El actor de moda Idris Elba (La Torre Oscura, Vengadores: La era de Ultrón, la serie The wire) encarna a Ben, un médico que debe viajar urgentemente para atender a un paciente grave. A Alex (Kate Winslet: Steve Jobs, La modista, Titanic) la espera su novio para casarse en la misma ciudad adónde va Ben. Uno y otra deciden alquilar un bimotor, pues las líneas regulares no realizan servicios debido al mal tiempo. En pleno vuelo, el piloto que los lleva fallece y el aparato se estrella en una cordillera nevada.

El paraje es tan magnífico como sobrecogedor para las peripecias que tendrán que abordar Ben y Alex, ella herida en una pierna, acompañados por el perro del piloto muerto. Están a mucha altura, Alex renqueante, con escasa comida y con una temperatura bajo cero. La historia de supervivencia unirá a ambos y les forzará a sacar lo mejor de ellos mismos. Entre ellos irá naciendo una relación en la que va creciendo tener en cuenta al otro.

Como tiene buen “material”, Mandy Walker realiza una fotografía ajustada al entorno, sin apenas efectismos. Por su parte el palestino con ciudadanía israelí Hany Abu-Assad, dirige con competencia esta historia de proezas, penurias y entrega, mientras que el guion de Chris Weitz, J. Mills Goodloe recrea en imágenes la novela de Charles Martin.

Esta profesionalidad en el equipo creativo y técnico adolece de cierto esquematismo, por lo que el resultado es un tanto frío, acorde con el ambiente que rodea a los personajes. Aunque tanto Idris Elba como Kate Winslet están bien, al filme le faltan puntos de giro más contundentes que relancen la historia para que adquiera cotas más dramáticas. En suma, las andanzas de Ben y Alex por la nieve son demasiado repetitivas y carentes de “sorpresas” que reactiven el filme.

Eso sí, no falta en la película la disposición de ambos por pensar y actuar por el bien del otro, que es algo encomiable. Al tiempo también se van conociendo y desvelándose en sus vivencias de la vida pasada. Al final ambos reconocerán que se quisieron en esa situación, para lo cual se sacrificaron el uno por el otro. Ahondar en este aspecto hubiera enfatizado este modo de vivir una relación, susceptible de ser traspasable a las situaciones ordinarias en las que viven la mayor parte de las personas, donde surge y crece la autoafirmación por encima del bien del otro y, consecuentemente, el abandono para encontrar estímulos nuevos, como observamos en el momento actual.

En este sentido, Alex, que no quiere sufrir, ejerce de portavoz de los que creen que nada es para siempre cuando afirma que “el corazón es solo un músculo” que hay que domesticar, de lo cual ella, como se verá, tampoco está convencida ni curada, ya que el deseo de plenitud y significado siempre está despierto.

 

 

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