Crítica:
Público recomendado: Jóvenes-Adultos
El pasado viernes, 1 de septiembre, llegaba a las salas de cine españolas La niebla y la doncella, de mano de la laureada distribuidora DeAPlaneta, en la que debuta en el largometraje el eficaz guionista Andrés M. Koppel (Intacto, Un día sin fin, Zona hostil).
En el caso que nos ocupa adapta una novela policiaca homónima del madrileño de 51 años, Lorenzo Silva, cuyos trabajos El alquimista impaciente o La flaqueza del bolchevique se llevaron al cine con gran éxito.
La niebla y la doncella se ambienta en la isla de la Gomera. El cadáver de un joven aparece en un bosque de la pequeña isla. El caso se cierra rápidamente con la acusación a un político local que queda exonerado en el juicio posterior. Tres años más tarde, el brigada de la Guardia Civil Rubén Bevilacqua (Quim Gutiérrez) y su ayudante, la sargento Chamorro (Aura Garrido) son enviados a la isla para reactivar la investigación.
Les acompaña la cabo Anglada (Verónica Echegui), la última persona que vio al joven con vida. Todas las pistas siguen apuntando al político, pero a pesar de la aparente contundencia de las primeras pesquisas los investigadores tendrán que superar un muro de silencios y mentiras para esclarecer el caso. Una investigación en busca de un asesino que se oculta tras la niebla de una isla que también esconde los secretos terribles de sus habitantes…
Esta cuarta adaptación sobre las novelas de género policiaco, de las que es especialista Lorenzo Silva, sienta muy bien en estos momentos, justo cuando el cine español está explotando el suspense, bien sea a través de la pequeña pantalla, primero con la serie El Internado y recientemente con La casa de papel, por ejemplo, y en el cine con filmes de resultados notables como El Niño o La isla mínima. Sin embargo, La niebla y la doncella no está ni a la mitad del nivel general de las muestras citadas. Veamos las razones.
Es cierto que el filme atrapa al espectador y consigue engancharlo a la butaca en lo concerniente a la ambientación, puesta en escena y estilo que adopta la película. Pero desbarra curiosamente en el guión, que, con la sana intención de volcar en él cuantos más datos mejor, y así no despistar al respetable de la trama principal, definitivamente causa el efecto contrario, principalmente en la segunda parte de la cinta donde queda enfangado. De este modo, la sobreabundancia informativa resulta exagerada, que además va acompañada de diálogos impostados, a veces de solución previsible, que terminan por desestabilizar el conjunto y resolver el conflicto de modo forzado. Y a este batiburrillo argumental ayuda poco lo inestable de las interpretaciones de los cuatro actores principales, que en este momento representan a lo más granado del cine patrio.
Queda, pues, un filme de buenas intenciones sobre el género, pero que acusa una deficiente dirección de actores y requiere un desarrollo argumental más claro y conciso. Tal vez la responsabilidad de manejar al tiempo el guión y la dirección, sin otros apoyos conocidos, haya contribuido a que el resultado de la cinta de Andrés M. Koppel resulte imperfecto y endeble. Si realmente quieren entrar en la historia, lean antes la novela. Allí la riqueza literaria es un lujo.