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La odisea de los giles

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

Llega a los cines españoles la quinta película para cine del bonaerense de 56 años, Sebastián Borensztein, que en 2012 se alzó con un Goya por su trabajo Un cuento chino, en la categoría de película Iberamericana. Ahora, con La odisea de los giles, el cineasta compite en los Oscar en la categoría de película no inglesa, cuya ceremonia se celebrará el 9 de febrero de 2020 en Los Ángeles.

El filme se ambienta en Argentina, en el año 2001. Una fuerte crisis económica estalla en todo el país. En un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, un grupo de vecinos sufre con indignación la estafa llevada a cabo por un abogado y gerente de banco, que les ha hecho perder el dinero que habían ahorrado para reflotar una cooperativa agrícola. Sebastián Borensztein rueda con determinación La odisea de los giles a partir de la novela de su compatriota Eduardo Sacheri, La Noche de la Usina, que conquistó el Premio Alfaguara en 2016 y con quien ha coescrito este amable filme, ligero en gran medida, pero con cuestiones de fondo de las que no podemos escapar. Sobre todo, si cuando lo que se está cociendo se parece más a una historia al estilo Atraco a las tres (José María Forqué, 1962), donde los personajes apelaban a la chapuza por su falta de profesionalidad, pero con un resultado cinematográfico espléndido.

En este sentido, el trabajo de Borensztein -que fue visto en San Sebastián en la sección oficial, pero fuera de competición- es honesto. Despliega una puesta en escena realista, bastante efectiva, no busca grandilocuencia ni un mensaje moralizante, y, ni mucho menos, reírse de nadie. Por su parte, todos los personajes mantienen el tono de la historia -que exhiben pequeñas alegrías esperables de seres que se conforman con poco-, sin que ninguno de los actores sobresalga más que otro, a pesar del tirón mediático que tienen Ricardo Darín y su hijo al estar en el reparto, además de que muestran con convicción sus capacidades interpretativas para la aventura.

Así las cosas, Borensztein ha sabido ponderar los diálogos y ha demostrado sus cualidades como director de actores al poner en boca de los intérpretes más dados a la comedia las mejores frases. Tal vez las subtramas se han dejado más de lado, pero ello no quita la grandeza de una historia que, en su sencillez y formato, sabe reírse de sí misma, algo que hoy día no se tiene presente en el cine y convendría recuperar. Porque eso de poner laureles a los perdedores no está de moda.

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