Crítica:

Público recomendado: Todos los públicos

Usted tiene que ver esta película y las razones no caben en una crítica de cine. Santiago Zannou (Madrid, 1977), que ya nos había conmovido con La estrategia del manco (2008)  y El alma de La Roja (2009), logra en La puerta de no retorno (2011) superarse a sí mismo.

Hay que ver mucho cine malo, mucho bodrio y mucho delito de lesa cinematografía para encontrar un rostro como el del Alphonse, africano de Benin, extranjero, inmigrante, vendedor de mercadillo, hijo alejado de su familia y su tierra, viejo. Así, en esta película está –como en los toros- lo más importante en la vida: el amor, el esfuerzo, el trabajo, el dolor el fracaso, la esperanza, la lluvia, el mar, el regreso a los orígenes, el sol, la soledad, la pobreza y la esperanza, la infancia  la vejez… Zannou ha conseguido que África sea –como en Shenghor y en Cessaire- el lugar de la salvación y el reencuentro.

El rostro de Alphonse lo tenía que haber pintado Goya o Gutiérrez Solana pero como se retrasó lo ha filmado Zannou con fondo negro o gris en Europa y luminoso claro y soleado en Benín. Alphonse ya lo sabe todo, lo ha visto todo y lo ha vivido casi todo: le falta el reencuentro con su madre y su tierra. Así se pone en marcha para volver a África, al ciclo de las cosechas y al pueblo donde nació, a las aguas del origen y a los cuentos. Esta película tiene dos protagonistas: Alphonse y su tierra.

La fotografía de esta película es maravillosa. Yo he visto las caras que muestra Zannou: las he encontrado en Milán, en Melilla, en Belgrado, en París… El guión es ágil y el conflicto se plantea con la imagen antes que con el diálogo. El tiempo se les pasa volando.

No dejen de verla.