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La saga Crepúsculo: Amanecer, Parte I

Caratula de "La saga Crepúsculo: Amanecer - Parte 1" (2011) - Pantalla 90

Crítica:

Público adecuado: Jóvenes

Recientemente le preguntaban al escritor Stephen King por qué elogiaba la saga literaria y cinematográfica de Harry Potter mientras echaba pestes del Crepúsculo de Stephanie Meyer. La respuesta del maestro del terror es clara y contundente: “Harry Potter va de cómo hacer el bien cuando todo va mal. Crepúsculo va de la importancia de tener novio”.

Aunque haya algo de simplificación en tan ingeniosa reflexión, no deja de tener un poso de verdad: la saga Crepúsculo ha sabido mezclar hábilmente figuras del género fantástico como vampiros y hombres lobo con una trama romántica para adolescentes. Pero debajo del planteamiento comercial se percibe un vacío de contenidos, una evidente superficialidad temática.

Llega a nuestros cines con una agobiante campaña de publicidad el cuarto y penúltimo capítulo: Amanecer. Parte I. Los productores han tomado buena nota de la provechosa estrategia comercial de Warner con Harry Potter, y han decidido dividir la cuarta y última novela en dos películas.

En esta primera parte del último capítulo, asistimos al fin a la boda de Bella con su amado vampiro. Pero entonces surgen las dudas de cómo le afectarán las relaciones conyugales con un ser de la noche, y cuando se queda embarazada su vida correrá un gran riesgo.

Lo primero que hay que decir es que, si bien el ardid de contar la última novela en dos películas puede ser un éxito desde el punto de vista económico, desde el narrativo es un desastre. Al contrario de lo que pasaba con Harry Potter, la inconsistencia narrativa de la historia hace que se nos cuente en casi dos horas lo que no da más que para un cortometraje. De esta manera, como sucede en los “culebrones” televisivos (no en vano, la saga no es más que un inmenso culebrón para adolescentes), el ritmo narrativo es insoportablemente lento: no pasa nada durante buena parte del film, lo cual convierte el visionado en una experiencia sumamente aburrida.

Y como no podía ser de otra manera, el tono de Amanecer vuelve a ser de un romanticismo almibarado no tolerable para espectadores de más de 15 años. Únicamente en el tramo final la cinta da un giro hacia un tono más oscuro y terrorífico. No hay que olvidar que el director Bill Condon, autor de Dioses y monstruos, es un admirador del cine de terror clásico. Sin embargo, llegados a ese punto la película ya ha perdido el interés del espectador ajeno al fenómeno Crepúsculo, y puede que para las adolescentes seguidoras de la saga sea un pasaje demasiado desagradable.

Quizás en medio del vacío de contenidos se podría destacar un apunte de humanidad en la decisión de Bella de arriesgar su vida por su hijo no nato, aunque no da la impresión de que la película quiera hacer una bandera de ello. En cualquier caso, es un ejemplo positivo, más teniendo en cuenta el amplio número de chicas jóvenes que siguen esta historia.

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