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La última lección

Caratula de ""

Crítica

Público recomendado: Jóvenes y Adultos

Estamos demasiado acostumbrados a que, cuando nos llega una película francesa, la
cataloguemos como una obra “refinada”. Y es cierto que, en muchos casos, nos llegan
comedias, dramas realistas y humanos o las películas que Luc Besson escribe, produce o dirige
(que ya se han convertido en un género en sí mismo). Sin embargo, olvidamos que de Francia
han llegado la mayoría de las perturbadoras películas de Michael Haneke como Caché o La
pianista; las películas del exiliado Roman Polanski, más sórdidas y cáusticas que nunca; o como
olvidar aquella nueva ola de cine de terror francés, extremo y brutal, que nos dejó películas
como Alta tensión o Martyrs; también es la casa de Gaspar Noé, director ya arto conocido,
cuyo cine no se ajusta precisamente a la “típica comedia francesa” (derivativo repelente de
aquella “comedia a la italiana”). Más recientemente tuvimos el regreso de Paul Verhoeven,
más fuerte y corrosivo que nunca, con su Elle, una muestra de thriller que roza el terror
psicológico de una forma turbia y truculenta. La presente película no se aleja mucho de esos
terrenos, rozando incluso los campos más propios del manga y el thriller coreano a lo Bong
Joon-ho o, su simil más cercano y evidente, Confessions. Pero La última lección es algo distinta:
una extraña vuelta de tuerca a la idea de Serrador en Quién puede matar a un niño,
aplicándolo a la actualidad y explorando sus posibilidades en un instituto francés. Turbadora,
incomoda, muy actual y, lo que produce más escalofríos, bastante realista.

La trama es la siguiente: un profesor acaba de quitarse la vida, bajo la mirada atónita de sus
alumnos. Conforme pasa el tiempo, otro profesor empieza a observar un extraño
comportamiento de sus alumnos. La película se basa en una obra de Christophe Dufossé,
L'Heure de la sortie (La hora de la salida) y se trata de la segunda película de su director. Con
una estética fría, que roza el surrealismo por la dinámica en la que suceden las acciones (todo
mecánico, casi con una ausencia total de sentimentalismo), el director nos propone una obra
compleja, donde el desasosiego va in crecendo y que, incluso, llega a trabar cierto parentescos
en su ADN con El reverendo de Paul Schrader. Bajo la apariencia de thriller psicológico, la obra
nos plantea cuestiones tan importantes como la preocupación de los jóvenes por un futuro
inciertos o los cambios medioambientales, que amenazan la destrucción total del planeta. Al
final, los más avispados verán varios homenajes al cine de terror como El pueblo de los
malditos de Wolf Rilla o The Innocents de Jack Clayton, ya que su desarrollo guarda varios
paralelismos, todo de una cierta distancia. Aunque no todo es positivo: se verbaliza en varias
ocasiones ciertos detalles que no necesitan de explicación, ya su ausencia generaría más
inquietud; peca un poco de obvia, al querer resaltar los matices que deberían permanecer
ocultos en las imágenes.

Técnicamente se aleja mucho del ya mentado cine francés usual, que nos llega a nuestras
salas. Su referencia esencial, como ya se ha dicho es la película surcoreana Confessions: el aire
misterioso y gélido, la atmosfera generada por el inesperado suceso, al igual que en la
presente obra, torna la película en juego inquietante, pero mucho más contenido que en la
cinta surcoreana. Pasa igual con los actores: correctos en sus roles, bien interpretados y
creíbles, sin sorpresas.

En resumen: una película atmosférica, agobiante, misteriosa y perturbadora. Su director ha
sabido generar el clima correcto para que su thriller no pase inadvertido; tiene nuestra
atención, sabe manejarla y, sobre todo, como cerrarla.

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