Crítica
Público recomendado: +18
El legendario bandido Ned Kelly y su banda actuaron en la Australia de mediados del siglo XIX. Su historia ha sido trasladada a la pantalla en varias ocasiones, y ahora nos llega un nuevo acercamiento, basado en una novela en la que se fabula sobre ciertos elementos. Los resultados hacen pensar que no estamos, ni mucho menos, ante la película definitiva sobre el asunto.
Ned Kelly es el hijo mayor de una familia pobre que tiene que recurrir al robo y la prostitución. Su padre es asesinado por la policía y su madre lo vende a un bandido para que sea su ayudante. Con el tiempo, Ned regresa convertido en un hombre y crea su propia banda de forajidos.
Como se revela en un rótulo al principio de la propia película, el título es ciertamente irónico, pues estamos ante una versión de la historia de Ned Kelly y su banda que mezcla aspectos reales con otros ficticios. Hay una actitud posmoderna en el filme, desde la forma de narrar hasta la realización, que juega con elementos formales como la relación de aspecto del encuadre. Incluso se utiliza música punk a pesar de ser una película de época, ya que el director consideraba que era el espíritu adecuado para la banda de Kelly. A pesar de ciertos momentos curiosos y de algunos aciertos parciales, el resultado resulta confuso, farragoso y con más estilo que sustancia.
En primer lugar, la narración está bastante descompensada, ocupando la infancia de Kelly casi la mitad de la película, con otro tramo importante detallando su regreso como adulto y la formación de la banda. Con lo cual, y a pesar de lo que indica el título, solo se nos cuentan las andanzas de Kelly y sus hombres durante los últimos 20 ó 30 minutos de metraje.
Por otro lado, el ritmo de la narración es algo torpe, con situaciones y personajes a los que se dedica demasiado tiempo, y otros que requerirían más atención y quedan en el aire. No hay una línea narrativa clara, parece que los acontecimientos se suceden sin una estructura y un propósito, más allá de impactar al espectador. Esa voluntad por epatar se percibe también en la plasmación de la violencia, la ambigüedad sexual y los comportamientos estrafalarios. Cuesta encontrar un personaje en la película con el que podamos empatizar y que muestre algún rasgo mínimamente luminoso (quizás el compañero del Kelly adulto en algunos momentos).
Es una lástima que un reparto de tal calidad se haya empleado en una película que resulta difícil de seguir y deja un regusto tan desagradable.