Crítica
Público recomendado: +16
Es lo que podríamos denominar una santa laica —preocupación que el cine social francés propone recurrentemente—, alumbrando personajes que abordan la vida con una talante de entrega incondicional por todo tipo de causas sociales para mejorar el mundo. El director y guionista parisino Gilles Legrand (Malabar Princess, Tú serás mon fils…) nos presenta a una entregada contra viento y marea, Isabelle (Agnes Jaqui: Como en las mejores familias, Para todos los gustos, Háblame de la lluvia…) en este papel
En clave de comedia dramática, observamos a la protagonista inmersa en todo tipo de causas benéficas que irritan a su marido Ajdin (Tim Seyfi: Eclipse de amor, La puerta, Flor del desierto…) y a sus dos hijos, ayunos de su cariño que desagua en quienes atiende, inmigrantes en su gran mayoría, impartiéndoles clases de francés y otras premuras, entre otros compromisos, y en favorecer su integración en la sociedad gala. La llegada de Elke (Claire Sermonne: Inferno d’August Strindberg, serie Outlander…), una carismática profesora alemana, con quince años en Francia y con métodos pedagógicos más avanzados lanzará a Isabelle al nuevo proyecto de abrir una escuela social para enseñar a conducir a sus alumnos y facilitar sus candidaturas a puestos de trabajo, para lo cual se servirá de la de Attila (Alban Ivanov: Destino, Les Mythos, El gran baño …).
Isabelle se agarra y empantana en mejorar el mundo, cuestión muy loable y digna de admiración, y concibe sus relaciones como una gran familia en la que sus seres más cercanos (marido, hijos, madre, hermanos, amigos…) deben entender que su dedicación a ellos está al mismo nivel que las que vierte en el resto de las personas a las que trata en sus distintas obras sociales. En una ocasión, Isabelle, citará al “hombre Jesús”, como alguien “que se implicó con los más desfavorecidos”, pero con estas frases terminan sus alusiones “religiosas”.
La actriz principal, Agnes Jaqui, asume con mucha solvencia el prototipo de persona comprometida hasta la extenuación en causas justas. Bien dirigida por Legrand, como el resto de los actores, en el guion suyo junto con Léonore Confino, mantiene el carisma de ella determinada a superar las barreras que le impone el ambiente al tiempo que observamos sus decaimientos y encontronazos con el núcleo familiar más cercano.
Las buenas intenciones es un exponente significativo de la entrega a los demás desde una perspectiva humana, sin otro tipo de consideraciones (Isabelle quiere mucho a su abuela, pues con su ejemplo, la lanzó a implicarse en causas sociales), pero rehúye proponer seriamente y/o profundizar en las actitudes desoladoras que atenazan a la protagonista en sus fracasos. En este sentido, el guion adolece de falta de credibilidad que, eso sí, está bien maquillado por un final “happy end” teledirigido.