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Las flores de la guerra

Las flores de la guerra

Público: Adultos S (imágenes) 

Las flores de la guerra es una durísima historia de redención de gran belleza técnica y narrativa, donde abundan las secuencias de violencia explícita que no todo público será capaz de digerir de igual forma. Probablemente una de las mejores obras del director Zhang Yimou en su vertiente más efectista, tipo La Casa de las Dagas voladoras (2004) o Hero (2002), y quizás más alejada de ese cine más sencillo como Camino a Casa (1999) o Amor bajo el espino blanco (2012). Las flores de la guerra es una adaptación de una novela del escritor chino residente en EE.UU., Geling Yan, titulada 13 Flowers of Nanjing. Estamos, pues, ante una gran obra de arte que, más allá de referencias políticas o espíritu propagandístico, nos descubre una vez más que el corazón humano está definido por una serie de exigencias, que no entienden de época, cultura o religión. 

En medio de la masacre de Nankín durante la Segunda Guerra Mundial, que se cobró más de 300.000 civiles (algo aún no verificado por las autoridades niponas), un trabajador de una empresa funeraria americana, John Miller, pretende llegar a la Catedral de Manchester con intención de dar digna sepultura al sacerdote de un convento de chicas católicas. Solos en medio de la guerra, él y los estudiantes, se verán obligados a ocultarse en la Catedral con la única intención de buscar la manera de salir de la ciudad. De repente, unas prostitutas de lujo llamarán a la puerta de la Catedral buscando refugio. Estudiantes y prostitutas verán en John una esperanza y pondrán sobre él la responsabilidad de escapar de una circunstancia extrema que podría quitarles la vida a todos; Miller llevará a cabo un arriesgado plan y se hará pasar por el nuevo sacerdote católico del convento. A partir de ahí se desarrollarán una serie de circunstancias, basadas en hechos reales, que harán aflorar luces y sombras de cada personaje, dando una visión dura pero realista y algo maniquea, quizás, especialmente, del enemigo japonés en el personaje del coronel Hasegawa (Aturo Watasabe) que, al menos, se conmueve con la música; la cual es, por su hermosura, otro personaje más de esta obra. Todos estos matices narrativos y estéticos son propios de un guión redondo, en dónde cada trama termina hilándose con precisión militar, y que, junto a una dirección exquisita con planos detalle insertos en un montaje sólido, dan entereza a una gran obra que consigue un ritmo ágil e intenso. Valioso resulta también el poder simbólico que Yimou otorga a elementos como, por ejemplo, la vidriera del rosetón de la catedral (quizás como umbral entre dos mundos) o la imagen de las cuerdas de un laúd, que aún ensangrentadas, permiten la belleza de la música, como expresión de que el mal no tiene la última palabra. 

Las flores de la guerra evoca a esas películas que nos cuentan historias límite, especialmente bélicas como Ciudad de vida y muerte (Lu Chuan, 2009), City of War: la historia de John Rabe (Florian Gallenberg, 2009) o To end of all wars (D.L. Cunningham, 2001); aunque también podríamos incluir las apocalípticas e incluso series de televisión como The Walking Dead (Frank Darabont, 2010); contextos extremos donde la brota la humanidad de los personajes, o dicho de otra manera, donde las circunstancias les empujan a tomar conciencia de sí mismos, de la responsabilidad que tienen, y a actuar. En este sentido, la transformación del personaje interpretado notablemente por Christian Bale sirve de modelo clásico de entrega y sacrificio, que recuerda de alguna forma a su popular personaje de cómic Batman/Bruce Wayne[1], especialmente a la transformación de Bruce Wayne en la primera parte de Batman Begins; aunque este tema está presente en toda la trilogía de Nolan. Por lo tanto, situaciones límites que llevan a una llamada a la responsabilidad. 

En resumen, toda situación límite (porque provoca una decisión) lleva al personaje a hacerse de nuevo, como a nacer de nuevo, y cuando, un personaje sufre una transformación como la que podemos observar en muchos de los personajes de esta película, entendemos que la redención, que el cambio es posible; porque solo si alguien consigue hacerlo las cosas son posibles, también la opción de cambiar una vida gris y egoísta, por una con un horizonte más amplio donde la entrega se convierta en la palabra clave que la defina. Dicho dinamismo de entrega sucede también en el ámbito doméstico de la familia, que es el perfume que terminan desprendiendo estas flores de guerra que nos invitan a seguir su olor, su ejemplo y su entrega; una familia en donde la figura paterna la asumiría John Miller gracias también a la gran presencia femenina de Yu Mo, que interpreta a la líder de las más famosas prostitutas de Nankín. Caben destacar las subtramas, desde un punto de vista afectivo, de la relación de John con Yu Mo (bellísima interpretación de la debutante Ni Ni), donde Miller transforma, a lo largo de la película, su mirada sobre ella (y por lo tanto sus gestos) más allá del pasado de ambos; porque el cambio si es posible debe darse en todas las facetas de la vida, también en lo afectivo. La película genera por todo lo descrito secuencias que bien podrían estudiarse y analizarse con detenimiento independientemente de la unidad de la obra. 

Ante la traición, la desobediencia o el error, ¿qué pasaría si no hubiese espacio para el perdón y hacerse un harakiri (matarse con una katana) fuese la única respuesta? ¿Qué pasaría si una cultura concreta impidiera al hombre expresar esta humanidad hasta sus últimas consecuencias? Que las exigencias del corazón humano quedarían ahogadas, violadas y maltratadas; y que la tragedia sería la última respuesta, la última (des)esperanza; generando un mundo donde la persona no tendría valor por sí misma y, por lo tanto, no habría dignidad alguna que respetar… Pero, ¿qué hace un deseo de entrega tan brutalmente conmovedor dentro del corazón humano si la supuesta cultura de la que hablamos no es capaz de acogerlo? Quizás, esperar algo a la altura de sí mismo, algo que como él no se reduzca ante nada, algo o alguien que sea capaz de reconocer, este deseo, como una flor débil pero poderosa en medio de la guerra…

Carlos Aguilera Albesa

 

Ficha técnica:

“Jin ling shí san chai (The flowers of war)”

China, 2011

Director: Zhang Yimou.

Intérpretes: Christian Bale (John Miller), Ni Ni (Yu Mo), Zhang Xinyi, Tong Dawei (Li), Atsuro Watabe (Coronel Hasegawa), Shigeo Kobayashi (Kato), Cao Kefan y Paul Schneider (Tery).

Género: Drama bélico

Duración: 146 min.



[1] Esta película es la que rodó el Gales Christian Bale entre The Fighter –por la cual ganó el Oscar al Mejor Actor de Reparto – y El caballero oscuro: La leyenda renace.

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