Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

Las hijas de Abril

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: adultos

Abril (Emma Suárez) llega a México para cuidar de su hija menor Valeria (Ana Valeria Becerril), una adolescente embarazada de siete meses de su novio Mateo (Enrique Arrizon); su hija mayor, Clara (Joanna Larequi), ha decidido llamarla para que les ayude económicamente y enseñe a los jóvenes padres primerizos a ser adultos: la llegada de Abril supondrá un vuelco en la vida de la casa en Puerto Vallarta (México), donde viven Clara, Valeria y Mateo. E. Suárez -actriz con un vasto recorrido en el cine y teatro español-, fantástica en el papel de Abril, va mostrándose, poco a poco, tal cual es: por un lado, una mujer posesiva y envidiosa en la convivencia; por otro, se niega a aceptar el cambio generacional: ver a su hija Valeria feliz con el bebé en brazos, Karen, hace que la lleve a desear lo mismo para sí, hasta el punto de que puede sostenerse que sufre una especie de complejo de Electra a la inversa. Jung escribió que, según un correcto desarrollo afectivo de la mujer, dicho fenómeno la lleva, durante la infancia, a odiar a la madre y amar al padre, sustituyendo de esta manera a su progenitora. En esta película, Las hijas de Abril, la genialidad del director y guionista, Michel Franco, reside en intercambiar los papeles del adulto y del joven: en una sociedad en que los hijos son padres y los padres se comportan como niños, puede darse el caso de que una hija adolescente entre en el mundo de la madurez racional y afectiva antes que su madre, que parece refugiarse en un mundo ausente de problemas. De hecho, Abril decide secuestrar al bebé y «robarle» el novio a su hija, negándose así a aceptar la realidad y sustituyendo a Valeria; robándole su maternidad.

Cabe fijarse también en la ausencia de los padres de Mateo y Valeria: los de él se desentienden del bebé, lo expulsan de casa y prefieren evitar mirar a la cara el hecho de que ahora tienen una nieta, Karen, hasta el punto de querer darla en adopción. Los de ella: el padre de Valeria luce por su abandono, le cierra las puertas de su casa a su hija, haciendo ver que no ha sucedido nada; la madre, una «adolescente» que no sabe qué quiere en la vida: aunque da la apariencia de tener las cosas muy claras y de saber dirigir la vida de los demás -fijémonos en que, por ejemplo, obliga a Clara, la hija mayor, a ponerse a dieta- solo se mueve por aquello que humanamente la atrae y decide «copiarlo», aun a expensas de reproducirlo según una medida reducida. De hecho, hay una interesante escena en la que Abril se dirige a Mateo y le comenta que quiere embarazarse. No quedar embarazada, sino embarazarse.

Es Abril el personaje que atrae la mirada del espectador, el punto focal a partir del cual entender este mundo actual en que los adultos se relacionan como adolescentes y los adolescentes se sienten perdidos y sin un rumbo por el que poder caminar, sin saber adónde hay que mirar y por qué seguir viviendo. Es significativo, en este sentido, el final de la película: Valeria sube a un taxi con su bebé y le dice al conductor que se ponga en marcha sin haberle indicado una dirección; el taxista insiste varias veces en saber el destino final; ella solo dice: «usted maneje, ahora le digo adónde vamos».

Las hijas de Abril es un fiel retrato, por lo tanto, de una sociedad sin rumbo y sin destino. Los referentes y el sentido del vivir lucen por su ausencia; la esperanza apenas halla lugar; son, quizá, solamente, un pequeño bebé y el amor incondicional de Valeria a su niña.

 

 

 

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad