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Las niñas

Caratula de "Las niñas" (2020) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

“Yo tenía en la cabeza la idea de invitar al espectador a que hiciera ese viaje en el tiempo con Celia, ese viaje que hace Celia de la infancia a la preadolescencia, en una España contradictoria, convulsa, donde nada es lo que parece, donde la sexualidad y la educación tienen sus agujeros”, manifestó la directora de cine zaragozana Pilar Palomero al recibir la Biznaga de Oro a la mejor película española en el último Festival de Cine de Málaga. Pero Palomero se ha enredado en la postura más rancia de la Iglesia católica de los 90 (posiblemente la que viviese en su infancia), sin capacidad de transcender lo que del catolicismo español de aquella época era más espiritual para, ahora, fijarse en él.

Este planteamiento es una de las claves del éxito de este, su primer filme, que ha conquistado a la intelectualidad “progre” que respira en línea con este tipo de clichés.

Celia (Andrea Fandós) es una preadolescente que comparte estados de ánimo e inquietudes de sus compañeras en un colegio regentado por monjas. En su grupo, está Brisa (Zoe Arnao), una chica catalana que cuestiona todo lo que tiene que ver con Dios y la religión católica. Con ella, Celia forjará una amistad continuada que la llevará –a ambas, principalmente, y al resto de amigas- a plantearse cuestiones sobre la sexualidad incipiente y en el caso de Celia a solicitar a su madre (Natalia de Molina) que le hablé de su padre muerto antes de que ella naciera, porque entre sus compañeras de curso la califican como hija nacida de una relación pecaminosa de su madre sin estar casada.

Las niñas recibió el más preciado galardón y otro premio para la fotografía, sutil de Las niñas, obra de Daniela Cajias, que llegó a Málaga con los productores Valérie Delpierre (Inicia Films) y Àlex Lafuente (Bteam Pictures). En entrevistas, Pilar dijo que le preocupaba que el público entendiese su mensaje, un viaje al año 1992, el de la Exposición Universal de Sevilla y de las Olimpiadas de Barcelona, cuando ella tenía once o doce años y despertaba a un sinfín de inquietudes. Inquietudes que su madre, en el filme, no las revela hasta el final de la cinta y que la mantienen en la oscuridad sobre qué fue de su padre, de cuya relación nació ella.

El cliché de las religiosas del colegio inmunes a identificarse con las preadolescentes obra como propuesta recurrente y sin fisuras, cerrando toda puerta a una religiosidad más verdadera y abierta a la acogida de las jóvenes, y que solo se abre levemente con la acogida de un sacerdote cuando confiesa a Celia.

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