Crítica:
Público recomendado: Jóvenes
Debuta en el largo de ficción Alberto Morais con una cinta modesta dirigida a un público muy minoritario. De hecho, se estrena en muy pocas salas esta historia de un anciano que, tras enviudar, decide viajar desde Valencia al sur de Francia con el fin de reencontrarse con un episodio puntual de su pasado: los meses que, 1939, pasó en un campo de exiliados de la Guerra Civil española.
Esta road movie, sin música y casi sin diálogos, pretende reflejar la soledad de un hombre al que sólo le quedan los recuerdos para sentirse vivo. Recuerdos de un pasado muy remoto, pero que le marcaron profundamente. A pesar de que el director ha declarado que el film es un homenaje a la memoria histórica, lo cierto es que eso tiene una presencia casi irrelevante. Lo nuclear es un hombre que ya no encuentra su sitio en este mundo, que ha perdido su interés en las relaciones personales, y que se abandona a una cierta melancolía sin mucho sentido.
Aunque la interpretación de Carlos Álvarez-Nóvoa es magnífica, y la réplica de Laia Marull aceptable, la puesta en escena es demasiado evidente, se nota el estudio de cada plano, cada fuera de campo deliberado, cada cámara estática,… y todo ello le resta autenticidad. Un film pretencioso en su minimalismo, y que a pesar de que el director trata de encarnar un cine serio, poético y comprometido, lo cierto es que no acaba de cuajar. Aún habiendo triunfado en el Festival de Moscú donde logró el premio San Jorge de Oro a la mejor película, el premio San Jorge de plata al mejor actor y el Premio FIPRESCI de la crítica internacional. Que alguien nos lo explique.