Crítica

Público recomendado: +12

Llenos de gracia es una película inspirada en la vida real de Valdo Lopes, futbolista profesional español originario de Cabo Verde, que pasó parte de su infancia en un centro de acogida de menores junto a la hermana Marina, de la Orden de las Esclavas. La religiosa era aficionada al fútbol, llevaba a los chicos a los torneos, les dejaba ver los partidos importantes en la tele y estaba pendiente de sus cumpleaños.

Una siempre solvente Carmen Machi interpreta a Marina, que llega al centro El Parral, en plena decadencia, para atender las clases de los chicos con familias desestructuradas durante el verano de 1994. A los niños les gustaría estar con su familia, están desmotivados y sin perspectivas en un tiempo que se supone vacacional. Pasan su tiempo libre en los alrededores del colegio, robando chapas de los coches, en negocios o a otros críos y vaciando cubos de basura.

No obstante, la hermana Marina descubre la pasión de todos ellos: el fútbol. Así, con la ayuda de sor Angelines (Paula Usero), sor Tatiana (Anis Doroftei) y de los propios alumnos, decide montar un equipo para participar en un torneo veraniego. En la película, la hermana trata de transmitir a los chicos que son algo más que lo que la gente opine de ellos, que son capaces de cambiar, y valores asociados al deporte como el compañerismo, el saber perder, volver a levantarse…

Se trata de una dramedia ligera con un gran reparto (Nuria Gómez, Pablo Chiapella, Manolo Solo…), incluidos unos niños actores muy frescos, del estilo incorrecto de Planta 4ª a la hora de retratar su realidad y preocupaciones como preadolescentes obsesionados, como no, con el sexo. No obstante, la falta de profundidad en los temas tratados y los personajes (los dramas familiares de los internos, el pasado de la hermana Marina y de las otras monjas…) impide que sea una propuesta redonda.

También se echan de menos referencias algo más reales y veraces sobre lo que significa la vida de entrega y servicio de las religiosas o lo que supone la verdadera vivencia de la fe. La recreación de todo ello es superflua, está llena de clichés que demuestran poca documentación y/o interés en el tema. Incluso se llega a ridiculizar aspectos tan importantes como los sacramentos de la Primera Comunión o la Confesión.

Por otro lado, resulta muy recurrente y manido el hecho de que el sacerdote que atiende el internado tenga que ser el “malo” que desea cerrar el colegio, aunque se contrarresta con la figura del obispo, esbozada de una manera mucho más positiva y amable.

En definitiva, Llenos de gracia es una propuesta liviana e incompleta, pero positiva. Capaz de no pecar de edulcorada y de mostrar que el futuro no es necesariamente idílico para estos niños, a la vez que ofrece suficiente luz y esperanza.