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Lo que hacemos en las sombras

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Avalada por el premio del público en el pasado festival de Sitges, Lo que hacemos en las sombras es, digámoslo desde el principio, probablemente la película más divertida del año.

Eso sí, puede que el film no diga gran cosa al público en general pero a buen seguro hará las delicias de los amantes del cine de terror. El film, además, viene auspiciado por los creadores de la serie de televisión de la HBO Los Conchords, una ficción de culto que narra las correrías de un pintoresco grupo de folk neozelandés que trata de abrirse paso en Estados Unidos. Detrás de esta singular serie están dos de los principales responsables de Lo que hacemos en las sombras, Taika Waititi y Jemaine Clement, dos contorsionistas que han hecho casi de todo en el cine y que con ésta firman su película más exitosa.

Lo que hacemos en las sombras nos cuenta, bajo el formato de un falso documental, la historia de Vladislav (el propio Clement), Viago (el propio Waititi), Deacon (Jonny Brugh) y Petyr (Ben Fransham) cuatro amigos que comparten casa y que además, dicho sea de paso, son vampiros. Lo que la película de Waititi y Clement propone no es en realidad demasiado original. No es la primera vez que el género es puesto en evidencia a través del humor y tampoco es muy novedoso su formato, sin embargo Lo que hacemos en las sombras funciona a las mil maravillas.

Seguramente todo esto se debe a que lo de menos en esta película es su forma o su contenido porque lo que realmente funcionan son sus desternillantes ocurrencias, sus detalles, sus guiños a los fans del género. Lo que hacemos en las sombras no es una película de mensaje ni lo pretende de hecho, si algo puede llegar a flojear en este film es que no existe una historia estrictamente dicha porque la película es una sucesión de scketch más o menos hilados que dan continuidad a una comedia absurda como hacía tiempo no veíamos en el cine.

Lo verdaderamente divertido de Lo que hacemos en las sombras es comprobar cómo los tópicos del género son situados a la altura del betún una vez son desmitificados y desacralizados. Un ejemplo: un vampiro no puede entrar en una propiedad privada si no es “invitado”, de modo que cuando salen de fiesta por la noche no pueden entrar a una discoteca por más que se les “permitan” el paso porque una cosa es “permitir” y otra “invitar”. El film está repleto de pequeños detalles desternillantes a costa de la mitología del vampiro, lo que también implica unos niveles de violencia explícita nada desdeñables y las consabidas connotaciones sexuales que siempre han acompañado al mito.

Dicho esto y sabiendo a lo que atenerse, Lo  que hacemos en las sombras es una cinta extremadamente divertida y ocurrente. ¿No es para todos los públicos? Es cierto, pero el resto nos hemos reído como hacía tiempo que no lo hacíamos en una sala de cine.

 

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