Crítica
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Asumir nuestros errores u omisiones, cuando estos cruzan líneas rojas, no es nada fácil, porque tendemos a autoexculparnos, máxime si nuestras actuaciones conllevan acciones graves realizadas contra otras personas. El director y guionista Guillermo Benet (Zombie’s Breakfast, Kisses…) aborda esta delicada cuestión en su última película Los inocentes.
La historia comienza cuando la policía entra en un centro social, donde se celebra un concierto de rock, para desalojarlo, pero algunos de los asistentes se enfrentan a las fuerzas del orden a lo que estos arremeten contra el público fuera del local y por las calles aledañas. Varios de los habituales del local, entre ellos algunos amigos, se desembarazan de los agentes, echan a correr y se encuentran con un contenedor de adoquines y empiezan a tirarlos a la policía. Uno de estos proyectiles contacta en un agente que muere en los altercados. Una piedra del destroza el cráneo.
¿Quién tiró la piedra? ¿Quiénes lo saben? ¿Por qué callan? Esta es la historia de las personas que viven conociendo las respuestas. Es la historia de su silencio, de su cobardía y de su culpa. Para abordar estas graves cuestiones se reúnen los amigos y contactan con algunas personas que se encontraron en el local para abordar su responsabilidad en la muerte del policía. Unos intentan encarar su responsabilidad en el hecho luctuoso, mientras que otros mantienen una postura escapista de los hechos. Los primeros son conscientes de que han omitido auxiliar al agente al verle tendido en el suelo.
“Todo fue muy rápido, no recuerdo bien lo que pasó”, dicen varios. Eso es lo que seis personas tienen en la cabeza en el transcurso de una noche aciaga en la que sus vidas quedan unidas por un escabroso incidente. Un puzzle que se va reconstruyendo a través de la visión subjetiva y las acciones de cada uno durante esa noche, que parecía ser una noche de copas cualquiera.
Benet dira: “Gente del ‘bando’ supuestamente correcto, hijos del 15-M que se ven envueltos en una cuestión ética que les queda grande y que deja al descubierto la trinchera de individualidad en la que vivimos (y queremos seguir viviendo) acomodados”.
Una ópera prima libre y arriesgada (en más de un sentido) en premiere mundial, para enfrentarnos con nuestras nosotros mismos y nuestras responsabilidades, la que el director Guillermo Benet ha rodado con realismo sobre determinadas decisiones graves que nos tocan encarar irremediablemente para poder seguir mirándonos al espejo.