Crítica
Público recomendado: +12 años
Casi dos meses justos antes del estreno de La trampa, la última película de M. Night Shyamalan, llega a nuestras pantallas el debut cinematográfico de su hija, Ishana Shyamalan, Los vigilantes. El film tiene, como casi todo lo que viene de la estirpe de los Shyamalan, una sinopsis más bien escueta que genera más dudas que certezas. Una joven se pierde en un remoto bosque irlandés en donde encontrará a tres desconocidos que parecen seguir un extraño e inquietante ritual frente a unas siniestras criaturas. Ahí queda eso.
Basada en una novela de A. M. Shine, resulta imposible no acercarse a Los vigilantes sin tener en la cabeza la obra de M. Night Shyalaman, quien, por cierto, es el único productor de la cinta. Esto es, quien, en realidad, tiene el control final de la obra. No es ninguna sorpresa que Ishana Shyamalan haya tenido todas las facilidades para formarse como directora. Consumidora casi adictiva de películas de terror, Ishana dirigió la segunda unidad de Tiempo y Llaman a la puerta (ambas de M. Night Shyamalan) y además dirigió y escribió algunos capítulos de la serie de Servant (también de Night Shyamalan).
Ahora bien, esto puede ser un arma de doble filo. Desde luego, Ishana Shyamalan lo tendrá más fácil a la hora de penetrar en la industria, pero al mismo tiempo, todo el mundo la mirará a través de la lupa de su padre. Y más aún si, como es el caso, la hija sigue esquemas similares a los de su progenitor.
De entrada, hay que reconocerle a Ishana Shyamalan su entrega absoluta y sin condiciones al fantástico más puro y duro que, en esta ocasión, se zambulle en una compleja mitología pagana irlandesa. Dicho esto, hay que querer entrar en lo que nos propone Las vigilantes casi desde el minuto uno si uno quiere disfrutar del espectáculo y esto es bueno. Si uno entra, la experiencia valdrá la pena. En caso contrario, abandonen la sala lo antes posible. A Ishana Shyamalan parece no darle miedo aquellos que exigen cada vez más realismo en el cine porque su película es, en esencia, un grito a pleno pulmón por el fantástico más puro.
Por lo demás, hay que reconocer que a la hija de Night Shyamalan se le han pegado casi todas las buenas virtudes de su padre, pero también, algunos de sus aspectos más discutibles (y todo, no precisamente, en el mejor momento del progenitor). Esto es, a Ishana se le da muy bien colocar la cámara donde debe hacerlo e incluso moverla hacia donde debe y durante el tiempo estrictamente necesario. No cabe la menor duda de que la puesta en escena de Ishana Shyamalan rezuma inquietud y esto, la directora, fuera discusiones, lo hace muy bien. Ahora bien. Cómo encaja todo en el engranaje y cómo está de equilibrado el conjunto es otra cosa.
Los vigilantes funciona relativamente bien hasta su desconcertarte final, no por su contenido sino por la sensación de haber sido planteado con cierta premura. Se quiere rizar el rizo sobre el rizo ya rizado y esas cosas rara vez funciona. Eso sí, en su imponente plano final, la película deja la puerta abierta a un universo, que esa es otra, quizá, demasiado complejo, pero que no cabe duda, podría ser estirado hasta donde los ejecutivos de Hollywood consideraran necesario.
Ramón Monedero