Crítica:
Público recomendado: Jóvenes-Adultos
El joven actor canadiense de 34 años, Ryan Gosling (El diario de Noa, 2014), escribe, dirige y produce Lost River, modesta y críptica opera prima con buen argumento pero lastrada por un guión extraño y surrealista que no sabe qué camino tomar.
En los decadentes suburbios de Detroit, Billy lucha por sacar adelante a sus dos hijos y no perder su casa. Cuando su tiempo se agota, Billy, acompañada de Cat, decide aceptar un nuevo trabajo que le ofrece Dave en un misterioso y extraño lugar en el que nada es lo que parece. Al mismo tiempo, su hijo Bones intenta sobrevivir, con la ayuda de Rat, al acoso del violento y peligroso Bully. En sus intentos de huir de los “monstruos” que les acechan, Billy y Bones se adentran en un mundo mágico e irreal que les llevará a lugares que nunca hubiesen imaginado.
Ryan Gosling se suma a la cada vez más larga lista de actores que se han pasado a la dirección de cine, como son los casos de Robert de Niro, Robert Redford, Clint Eastwood, Tommy Lee Jones, George Clooney o Ben Affleck, por citar algunos. Y si bien todos ellos realizaron trabajos muy dignos, el quehacer de Gosling en el caso que nos ocupa es la excepción, porque a pesar de su buena voluntad al presentar un relato de carácter fantástico con un planteamiento interesante, el resultado definitivo es un popurrí, no muy bien armado, del cine de David Lynch, Terrence Malick y, sobre todo, de Nicolas Winding Refn, sus referentes cinematográficos más inmediatos.
Puede que Lost River despierte cierta simpatía si nos apoyamos en el buen acabado estético de la historia, en su diseño de fotografía, su vestuario, su música -herramienta fundamental que sirve de nexo entre escenas- y en la dirección de actores. Pero esta oscura fábula surrealista progresivamente se va despersonalizando hacia terrenos oníricos en la línea de lo absurdo -como consecuencia de un guión raro-, acusa un tempo dramático inestable -abrupto en muchos tramos-, y aunque sus intérpretes trabajan bien, sus personajes no terminan de conectar ni estar suficientemente desarrollados.
Queda, pues, un ligero trabajo de Ryan Gosling, lanzado con riesgo y ambición, que se queda a medio camino de su idea madre, debido a la falta de pericia de su director, hasta acabar resumido en un drama mal equilibrado, prácticamente sin diálogos ni originalidad.
José Luis Panero