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Love & Mercy

Caratula de "Love & Mercy" (2015) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

En el mundo de los mitos del rock se habla de la rivalidad (falsa) entre los Beatles y los Rolling. Ambos se disputaban lo más alto de las listas a ambos lados del Atlántico. Pero la rivalidad más decisiva fue la lucha por la creatividad, la experimentación, nuevas instrumentaciones, nuevas tesituras, nuevos sonidos… El pop dejó de ser, por muy poco tiempo, un mero entretenimiento, para convertirse en arte. En esta rivalidad los protagonistas fueron los Beatles y los Beach Boys. Sí, a pesar de su etiqueta o falsa imagen de grupo de olas, playas, surf y camisas de rayas. Los Beach Boys compartieron cumbre de creatividad con los Beatles y lucharon coco a codo con ellos, a diez mil kilómetros de distancia. Wouldn’t it be nice?, In my room, I get around, God only knows, Good vibrations, Heroes and villains estaban por un lado… Por otro estaban Norwegian Wood, Girl, Here, there, and everywhere, Tomorrow never knows, Penny Lane, Strawberry Fields forever, She’s leaving home, A day in the life… Nunca se vio nada igual, ni se verá; no por nada, sino porque ha cambiado el modo de escuchar música, el modo de componer, y el modo de “envasar” las canciones. Aquello pasó a la historia. La guerra final la ganaron, sin duda, los Beatles y en una de aquellas batallas, uno de los partes de guerra llevó el nombre de un genio herido de gravedad: Brian Wilson.

Aquí nos encontramos con el doble hilo argumental de Love and mercy. Brian Wilson es un joven de Los Angeles que ha llegado a lo más alto de las listas con su banda, los Beach Boys, sus pulcras armonías vocales y sus uniformes de chicos bien, playeros, guapos y limpios. Pero su cabeza está llena de una música increíble que le lleva a componer en solitario y rodearse de los mejores músicos para grabar auténticas sinfonías pop. Asume, ahora sin discusión, un protagonismo absoluto en la banda; pero cada vez se aísla más. En su cabeza oye música y voces y la experimentación le llevará por caminos insospechados.

El segundo hilo argumental de la película tiene que ver con el larguísimo bache vital que vivó Brian Wilson, una práctica muerte civil de años. Un John Cusack brillante interpreta a un Brian Wilson maduro, pero terriblemente vulnerable, tierno, sincero, sin pretensiones, un hombre sencillo que no sabe cómo salir de la maraña de intereses que le ahoga. Melinda Ledbetter (Elisabeth Banks) jugará un importante papel en la vida de este segundo Brian Wilson.

Love and mercy rellena un hueco fundamental. De los Beach Boys teníamos el gran documental Endless harmony: the Beach Boys Story (Alan Boyd, 1998), pero faltaba un biopic sobre la vida de Brian Wilson, uno de los grandes genios del pop, del sigo XX, de aquella década inigualable.

Vestuario, maquillaje, escenografía son insuperables. Los actores, en su mejor momento. Respiramos años 60 en cada polo, en cada camisa, cada bañador. Y el montaje rompe la línea cronológica, jugando siempre con dos momentos: la época de mayor creatividad e inspiración de Brian, verdadero alma mater de los Beach Boys, y su rehabilitación, tras pasarse años de depresión y muerte civil. La dispersión y fragmentación cronológica de la cinta es también un reflejo del cerebro castigado y atormentado de Brian Wilson, perseguido por sus fantasmas familiares.

La película, basada en hechos reales, contados y escritos una y otra vez, se olvida, sin embargo, de contarnos los momentos oscuros de la banda: sus luchas intestinas, la vida privada de los miembros, a veces paranoicos, algunos con violencia hacia sus mujeres, excesos de drogas, pastillas, alcohol, la amistad con el grupo de Charles Manson… Olvido necesario para que empaticemos con los chicos, dejando en el tintero la bajada a los infiernos de la banda.

De lo que no se olvida es de afrontar el tema de las responsabilidades, acusa sin tapujos: ¿quiénes son los culpables de lo que le pasó a Brian Wilson? El planteamiento, honesto, cierto, no me hace perder de vista que también hay un punto vital de responsabilidad personal. ¿Hasta qué punto, estos artistas geniales son víctimas?

Y en otro orden de cosas, si logramos pasar por alto el tema de la responsabilidad y la culpabilidad, la película permite más reflexiones, aunque lo haga con meros apuntes: ¿Cómo resolver el misterio de los grandes genios? ¿Están condenados a una vida atormentada? Y aun con todo ello, ¿no son un regalo de Dios a la humanidad? Regalos que son difíciles de gestionar por los propios depositarios, heridos, a veces, por el fuego que traen al mundo. Son portadores de Good vibrations. ¿Cómo y por qué? God only knows. En cualquier caso, gracias, Brian Wilson; gracias, Dios.

 

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