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Lupin III The First

Caratula de "Lupin III The First" (2019) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: Todos

El ladrón de guante blanco -universal e inmortal -Arsène Lupin, pergeñado por el escritor francés Maurice Leblanc en 1905, ha secretado profusas versiones en papel e imagen real. La llegada a las carteleras españolas del excelente anime Lupin III: the first, así como la serie de Netflix, Lupin, restituye al primer plano al más conocido de los delincuentes de guante blanco. Arsène Lupin (inspirado, por cierto, en Marius Jacob, afamado ladrón anarquista) ocupa relevante lugar de honor junto a Fantômas, Belphégor, Rocambole, Judex o la Irma Vep de Los vampiros: entrañables criminales – valga el fingido oxímoron -, siempre embozados, que hormiguean por los tejados de París. Ladrones pero no villanos: apretada y apurada síntesis.

Lo dicho, arribando la tercera parte una saga mítica, el séptimo filme de la franquicia (creada originalmente por Kazuhiko Katō, alias Monkey Punch, en 1967).  Renovado iterar, pues, de la célebre franquicia distanciándose de la animación tradicional y abonándose a la tecnología CGI-3D con el único propósito de continuar brindando una película que explora cierto contraste de estilo sin despilfarrar por ello en su senderear brizna alguna de su innegociable esencia. Y todo este hechizo visual viene firmado con la producción de Tōhō Animation (detrás de magnas obras como Akira o Mi Vecino Totoro), y dirigiendo diestramente Takashi Yamazaki, responsable de la cordialísima Stand by me Doraemon y las (muy) estimables adaptaciones del manga Parasyte.

Aunque en su concepción y ánimo haya mucho- muchísimo – de El Castillo de Cagliostro, la grandísima cinta dirigida en 1979 por el eximio  Hayao Miyazaki, Lupin III: The First da inicio como cualquier otro lance de Lupin, siendo en esta ocasión el Diario Bresson el oscuro objeto de deseo. Ni siquiera su abuelo, Arsène Lupin, pudo desvalijar en vida tal pretendido tesoro que, según plurales rumores, oculta en su interior decisivos arcanos para amasar gigantesca fortuna.

En su obsesión por tal Diario, Lupin III conoce a Leticia, moza amante de la arqueología que tiene, por supuesto, sus propias y poderosas para ir tras la quimera de Bresson. En la carrera por la conquista y obtención de dicho tesoro nos toparemos con Lambert, abuelo de Leticia, dedicado con ahínco a investigar a secretísimo conventículo que, desde luego, también camina tras el Diario Bresson. Y, por supuesto Gerald, el turbio personaje que bate las hilachas de dicha cábala oculta.

Y si bien la citada obra maestra de Miyazaki deviene la mayor influencia de Lupin III: The First, las reverberaciones de James Bond y, sobre todo, Indiana Jones, se dan la mano entre nazis tuercebotas, solariegos y agudos artefactos, arqueología de linaje dizque alienígena y superabundancia de solaz de elevadísimo nivel.

Bien es cierto que el trepidante ritmo decae en algunos (embrollados) pasajes fílmicos, por momentos su desarrollo narrativo peca de predecible, su tono caricaturesco llega a resultar asaz cansino; pero, al fin y a la postre, el potentísimo embalaje visual, con algunas prodigiosas filiaciones futuristas, redimen todos los fallos y errores y deslices de tan entretenidísima historia de ladrones buenos y policías malos. En fin.

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