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Lux Æterna

Caratula de "Lux Æterna" (2020) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Antes de empezar con la crítica, se lanza el presente aviso: esta es una película de Gaspar Noe, con todo lo que ello conlleva. Todo cinéfago aventajado o con predisposición a comerse toda la remesa de las películas de selección del Festival de Sitges sabe de qué palo va el director argentino: propuestas radicales donde los tabúes no existen; en ocasiones de una violencia insoportable, ya sea física, sexual o en la misma idea forma de su obra; técnicamente, sus obras son capaces de provocar epilepsia, ataques nerviosos o simplemente ansiedad. Precisamente, el término “provocar” se ajusta con bastante buena medida a toda su filmografía, la cual posee tantos adeptos como detractores. El caso presente no iba a ser una excepción, y más tratándose de una película que aborda las costuras internas de la filmación de una película. El tema “cine dentro de cine” no es nuevo en el universo cinéfilo: en la retina del imaginario colectivo quedan para el recuerdo Cantando bajo la lluvia (1952) de Stanley Donen y Gene Kelly; El crepúsculo de los dioses (1950) de Billy Wilder; Cautivos del mal (1952) de Vincente Minnelli; La mirada de Ulises (1995) de Theodoros Angelopoulos … O las más recientes, The Artist (2011) de Michel Hazanavicius y La La Land (2016) de Damien Chazelle. Sin embargo, como uno puede imaginar, Noe va por otros derroteros menos ortodoxos y no por ello menos interesantes, y todo ello a pesar de que la película dura poco menos de una hora.

La proyección de la película se divide en dos partes: una primera que es algo así como un ensayo sonoro y visual psicotrópico sobre la imagen, que consiste en una sucesión de escenas epilépticas con un bombardeo constante de colores que sacuden nuestra retina. La segunda parte se centra en los devenires de una directora que trata de realizar un remake moderno de Dies Irae de Carl Theodor Dreyer, a la cual nadie toma en serio y cuyos actores tienen sus propios problemas. Si un François Truffaut satanista hubiera dirigido La noche americana, el resultado habría sido parecido a lo que es la película, quizá la obra más experimental, formalista y vanguardista de su director. En este caso, el Noe se aleja de su habitual carga de violencia física y se centra en el castigo mental de un rodaje lleno de locura. No es difícil compararla con Irma Vep (1996) de Olivier Assayas, puesto que ambos planteamientos son análogos y las similitudes argumentales son muy patentes. Pero Gaspar Noe es Gaspar Noe: fiel a su caos, con una mirada ácida, maliciosa y llena de intenciones nada inocentes. El mensaje de la película se agrava si lo trasladamos al momento presente y la crítica situación de las salas de cine. Todo ello hace de Lux Æterna una experiencia visual extrema, a veces dolorosa, pero de una importancia marcada: la necesidad de películas que nos revuelvan la conciencia, que nos agiten los sentimientos, nada complacientes con el público y dispuesto a regalarnos unos de esos experimentos que los más exigentes con el medio buscamos. Queda claro que la película nos es para todo el mundo, mucho menos para aquellos que sufran dolencias nerviosas, puesto que el manejo del color y el montaje de la película puede ser perjudicial para estas personas.

Una vez más, nos encontramos ante Charlotte Gainsbourg en una película nada sencilla para una actriz. Sin duda, es una digna (incluso superior) sucesora de sus progenitores y aquí demuestra una vez más que es una de las actrices más interesantes y arriesgadas del panorama cinematográfico actual. A Béatrice Dalle hacía tiempo que no se la veía en un papel protagonista, pero aquí confirma porque fue una de las actrices clave de aquel movimiento conocido como New French Extremity, en una actuación hiperbólica que va en escala ascendente durante todo el corto metraje.

En definitiva, una experiencia salvaje no recomendable para todos los públicos, pero con una mirada crítica al mundo del cine dura y necesaria. No tiene la explicitud de otras obras de Noe, pero su estilo visual permanece intacto y es fiel a si mismo con todo lo que ello conlleva. Podríamos definirla como la de Noe, con todas las salvedades habidas y por haber, pero el espíritu rebelde y cínico que caracterizó a la obra de Fellini se encuentran en Lux Æterna. Recomendable, pero con cuidado.

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