Crítica:
Público recomendado: Adultos
Película de emociones, de deseos interrumpidos, de dolor… También dramáticamente luminosa en la vida de los protagonistas, en el modo de encarar la enfermedad, porque una de cada ocho mujeres padece o padecerá cáncer de mama.
Son una portentosa, en su profunda naturalidad, Penélope Cruz y Luis Tosar, quienes bajo la batuta de Julio Medem han puesto rostros a las vicisitudes de quienes padecen esta enfermedad y a sus acompañantes próximos en Ma ma.
Con esta cinta, el director donostiarra (7 días en la Habana, Habitación en Roma, Vacas, Lucía y el sexo…) se acerca sobrecogido al pequeño universo del dolor y de la finitud humana.
Al que les escribe, esta cinta le ha hecho entender el momento que está pasando una amiga tras conocer recientemente de su dolencia y de los diversos estadios por los que está pasando desde que le dieron la noticia. Los entiendo más y mejor observando a Magda (Penélope Cruz: Los abrazos rotos, Volver, La niña de tus ojos…) cuando en una revisión rutinaria el médico Julián (Asier Etxeandia: Los días no vividos, El Capitán Trueno y el Santo Grial, El ángel de Budapest, Musarañas…) le descubre un tumor en una de sus mamas.
Sola, porque recientemente su marido se ha ido con una de sus alumnas, encara con vértigo la enfermedad pero no le impide visitar en el hospital a Arturo (Luis Tosar: Operación E, Una pistola en cada mano, El niño, Celda 211…), al que ha conocido en el entrenamiento de su hijo Dani y se presenta como ojeador de un equipo de fútbol profesional, momento en el una llamada le anuncia el accidente de tráfico de su mujer e hija.
Las visitas de Magda al hospital aumentan después de conocer el fallecimiento de la mujer (la hija murió en el siniestro), lo que va trenzando una amistad que crece cuando ésta participa a Arturo de su cáncer. Para extirpárselo, la tratarán con quimio, y, finalmente, la intervendrán, en cuyo post-operatorio se persona Arturo.
Ya pareja, ambos vivirán la evolución de la enfermedad de ella, quien asume los avatares con optimismo y volcada hacia los demás desde una postura vitalista que arrastra y encandila a las personas de su entorno, llegando hasta al perdón.
Arturo es creyente (en varios momentos del filme se le ve rezar delante de un crucifijo que tienen en la habitación), pero salvo una breve mención, la pareja nunca comparte sus vivencias y opiniones al respecto. Magda sí lo hará con su hijo Dani, el cual adora a Arturo, que le ha enseñado algunas prácticas cristianas, y lleva con “normalidad” la separación de sus padres.
Tanto esta ausencia de duelo por parte del pequeño, como la omisión de diálogo de la pareja en cuestiones que afectan a la finitud y el significado último de la vida, pues tampoco verbalizan los sentimientos de él por las muertes de su mujer e hija, y cómo las vive desde su fe.
A este respecto, silencio absoluto, por lo que son lagunas de un guión bien construido en lo relativo a la asunción paulatina de la enfermedad por Magda, que llega a enamorar a todos.
Por otro lado, y sin aludir a las creencias de Arturo, ella desvela a su médico que se acuestan pero nunca realizan el acto sexual y, cuando finalmente sucede (Medem filma una elipsis muy comedida y original) se presenta como un acto de gran amor.
Por encima de todo, también de un montaje ágil y sincopado, que se aleja de lo académico, pero que confiere al filme una frescura y un atinado uso del lenguaje cinematográfico al narrar en imágenes distintos hechos cotidianos, Ma ma es un necesario homenaje a las mujeres que viven el cáncer de mama y que luchan por superar los obstáculos que encuentran en este camino.
Ellas encontrarán en Magda (Penélope Cruz despliega primorosamente un abanico colorista de estados de ánimo y de toma de decisiones) un acicate en los momentos tenebrosos de este recorrido, pero es más dudoso que alcancen el fuste vitalista de la protagonista en todos los casos, que también refrenda el “llorar, luchar, amar, pensar, reír, sufrir…: esto es vivir” que cantan algunos de sus protagonistas. Más parece que la esforzada apuesta por la vida que nos propone Medem, también guionista, en la persona de Magda estaría reservada a algunas “elegidas”.