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Margin call

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público Recomendado: Adolescentes, jóvenes y adultos.

Margin Call (2011) se desarrolla durante las horas previas al inicio de la Crisis de 2008. Se sitúa en una potente empresa de inversiones de Wall Street, en donde un joven analista descubre algo que lo cambiará todo.

Dicha empresa llevaba más de dos semanas sobrepasando los índices de seguridad, lo que supone unas pérdidas de millones de euros irrecuperables y el inicio de una crisis general. El Comité ejecutivo, liderado por un maquiavélico Jeremy Irons, tomará las decisiones necesarias para hacer la caída lo menos dura posible. Para ello pondrá a sus trabajadores en serias disyuntivas éticas en donde aflorarán las miserias y las grandezas del mundo de las altas finanzas.

Existe una difundida creencia de que el dinero puede satisfacer el corazón del hombre y, por lo tanto, hacerle feliz. El cine, como buen arte, se ha hecho eco de esta idea en varias ocasiones. Se trata de películas que tienen en común una concepción del trabajo al margen de cualquier consideración ética, en donde suele mostrarse la pesadumbre e impiedad de los poderosos. También destilan una pérdida del gusto por la vida si terminan fracasando. Intentemos agruparlas en tres tipos de películas aunque sea de manera concisa. En primer lugar, tendríamos películas en las que el personaje presenta un vacío y un sentimiento de culpa que desemboca en adicciones compensatorias (drogas, sexo,…). Hablamos de personajes como el que interpreta Robert de Niro en Érase una vez en América (1984) del maestro Sergio Leone; o de Andy Hanson (Philip Seymour Hoffman) en Antes de que el diablo sepa que hemos muerto (Sidney Lumet, 2007). En segundo lugar, tendríamos aquellas en donde a pesar del vacío siempre hay un lugar para el resurgir de lo humano. En este caso, nos referimos a películas como Después de la boda (2007) de Effer Brylluppet, cuyos personajes descubren que el drama de la vida no desaparece por bañarlo en alcohol y distracciones. La película que nos ocupa, Margin Call (2011), pertenece a este último grupo. En donde el personaje que interpreta Kevin Spacey, pasará de un hastío vital a la necesidad de recuperar un lugar verdadero, su antigua familia. Hoy, hipotecada por un trabajo que lo tiene encorsetado. Estos dos grupos de películas presentan personajes con una conciencia frágil de la propia identidad. El tercer y último grupo, sería aquel en el que el personaje no sólo se recupera aflorando todo lo que le hace “ser” sino que identifica toda circunstancia (buena o mala) como una ocasión dada, como un don que secundar. En este grupo se encontrarían películas como Atrapado en el tiempo (1993) la popularmente llamada El día de la marmota, y ¡Qué bello es vivir! de F. Capra (1947).

Técnicamente hablando, Margin Call (2011) presenta una factura correcta que sirve para contar la historia que pretende de manera notable. Cuenta con un reparto soberbio tanto de jóvenes promesas de Hollywood como Zachary Quinto (Héroes) o Simon Baker (El Mentalista), así como, de veteranos como Stanley Tucci, Demi Moore y los citados Jeremy Irons y Kevin Spacey. La iluminación, puesta en escena y ambientación crean una atmósfera que está al servicio del vacío citado anteriormente. Y aunque algunas secuencias sobresalen del resto en cuanto a su narración y densidad dramática, (fabulosa la escena del baño en donde un joven llora por haber sido despedido mientras el jefe ni se inmuta o la escena final del hoyo en el césped), el ritmo general de la obra parece fallar cuestionando, quizás no de manera grave, la unidad del guión.

Las peores crisis no son las que hacen referencia a la situación económica sino aquellas que se refieren a las relaciones interpersonales. Hace poco un antiguo compañero me dijo que él continuaba haciendo lo que hacía para ganar dinero porque le salía de dentro y era como una necesidad para él. Y citó (reduciéndolo) a Adam Smith; diciendo que, según él, existía una cierta propensión de la naturaleza humana a trocar, permutar y cambiar una cosa por otra. Margin Call (2011) desde el personaje de Kevin Spacey  grita que más al fondo del deseo de intercambiar y negociar existe la necesidad de no perderse a sí mismo en el camino.

¿De qué sirve ganar el mundo si se pierde una mínima ternura sobre uno mismo?

 

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