Crítica
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Roma, principios del siglo XX. El Instituto Montesano está aplicando nuevos métodos pedagógicos al aprendizaje de niños discapacitados psíquicos. Su director, Giuseppe Montesano, cuenta con una colaboradora, Maria Montessori, a cuya iniciativa se debe, en realidad, la intuición y la aplicación de esas novedosas técnicas. Es un método de aprendizaje revolucionario que nació orientado a los niños deficientes, pero que, dados sus magníficos resultados, se acabaría aplicando al mundo infantil en general.
Educar en libertad constituía ciertamente una revolución en una época marcada por métodos pedagógicos centrados en el docente, en los que el alumno tenía un papel pasivo, como mero receptor de conocimientos, y estaba obligado a obedecer ciegamente las indicaciones del maestro.
Su principio básico era la capacidad del niño para aprender por sí mismo si se le facilitaba un entorno favorable, adecuado a sus propios rasgos y características. De esta forma podía lograrse desarrollar al máximo sus capacidades intelectuales, físicas y espirituales.
Montessori era médico, por lo cual las bases de su observación del desarrollo físico y psíquico de los niños tenían bases científicas bien fundamentadas. A partir de los datos que aportaba el estudio clínico, se adaptaban las técnicas y actividades de aprendizaje al nivel de desarrollo del niño, en relación de colaboración con el docente. De tal modo que la escuela dejaba de ser un lugar de aprendizaje de conocimientos, harto difícil si no imposible en el caso de niños deficientes, tradicionalmente considerados ineducables, para convertirse en un lugar de desarrollo de las capacidades del niño, cualesquiera que fueran sus características y limitaciones, a través de un trabajo que fomentaba su creatividad. No obstante, Montessori era mujer y, por tanto, todos sus avances llevaban exclusivamente la firma de Giuseppe Montesano.
La película de Léa Todorov no es un biopic y tampoco sigue con rigor acontecimientos históricos. La cineasta se inclina por un relato más novelesco, a partir de la relación de maría Montessori y de Lili d’Alegny, una cortesana parisina hermosa y rica, que quiere ocultar a su hija Tina, una pequeña deficiente mental. También Maria oculta un íntimo drama en su corazón, por no poder ocuparse personalmente de su hijito, habido fuera del matrimonio. El padre, el mismo Giuseppe Montesano, desearía casarse con ella, pero Maria no está dispuesta a perder su libertad y pasar a estar bajo la jurisdicción absoluta de un marido. Quiere poder seguir investigando sin trabas y luchando para conseguir el reconocimiento de la validez científica de su método.
Todorov aborda su primer largometraje de ficción, cuyo título original –La nouvelle femme– indica el feminismo de una trama, que se refiere a la transformación de la mujer, encarnada en un persona imaginario, la cortesana, y uno real, la médico-pedagoga, en una época absolutamente reacia a cualquier forma de emancipación femenina.
La directora ha hecho un gran esfuerzo integrando en el elenco a jóvenes actores con limitaciones intelectuales o físicas, pero evitando siempre cualquier forma de miserabilismo o de compasión lacrimógena o sentimentaloide en la forma de abordar la diferencia. Ha sabido integrarlos con flexibilidad en el extraordinario trabajo de dos actrices avezadas como Jasmine Trinca y Leïla Bekhti. Las dos hacen un gran trabajo y consiguen transmitir calidez humana a sus personajes al mismo tiempo que lucen los looks presuntuosos de la burguesía de la época.
Sin duda ha sido un acierto la decisión de centrarse en las dos mujeres, más que en la aplicación del método pedagógico, pero el resultado de la película es desigual. El avance del proceso formativo de los niños hubiera necesitado algo más de continuidad y menos elipses, para que su importancia fuera comprensible, especialmente para un público ajeno al mundo de la pedagogía.
Del mismo modo, se echa de menos algo más de profundización en su relación con Montesano, para entender bien la decisión de Maria de no casarse con él. Como también hubiera hecho falta dibujar con más precisión las relaciones con sus padres, para comprender, en este caso, la renuncia de una mujer a vivir con su hijo tan querido. Tampoco la directora hace ninguna referencia a un rasgo importante de Maria Montessori, que era católica practicante. Aunque es cierto que en su método de aprendizaje no hubo propiamente influencia religiosa.
La película muestra cómo el método Montessori empezó con niños con dificultades psíquicas, pero finalmente se extendió a todos los niños en general, siempre con éxitos indiscutibles. La situación de los niños en la institución Montesano, liberados de vivir aislados y ocultados, para ser educados e integrados en la sociedad como seres válidos y valiosos, con sus diferencias, queda reflejada en una frase de la misma María Montessori: «La sociedad ha construido muros y barreras: la nueva educación debe destruirlos y mostrar un horizonte libre».
Mariángeles Almacellas