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Masacre (ven y mira)

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Película estrenada en plataformas

Cuando en los setenta la represión estatal recrudeció en la Unión Soviética, películas como Agonía (1975) de Elem Klimov fueron confiscadas y prohibidas por la censura hasta 1982. Sin embargo, a partir de la perestroika, la apertura administrativa llevó a Klimov a ser presidente de la Asociación de Cineastas Soviéticos muy rápidamente, en 1985. Solo filmó cinco películas, pues sus planes para adaptar Los demonios de Dostoievski fueron rechazados por el Comité Estatal de Cine, así como tampoco pudo filmar El maestro y Margarita, de Bulgakov, para la que ya había acordado el uso de efectos especiales de los estudios de George Lucas. Vio cómo surgían nuevas y jóvenes generaciones de cineastas adaptados a la transparencia del régimen de Gorbachov, y llegó a declarar en la Filmoteca de Madrid en 1989 que, mientras en Occidente el cine se había cansado ya de mostrar erotismo, corrupción, y drogas, el cine ruso apenas empezaba a experimentar el largo cosquilleo de poder proyectar lo que quisieran en pantalla y que, por lo tanto, su objetivo como presidente de la Asociación era tratar de elevar el nivel cualitativo del cine nacional. «La prueba de la libertad es una prueba muy dura para el cine soviético», señaló el director. Murió en 2003.

Retrato inclemente de la crueldad de los nazis vista desde los soviéticos, Ven y mira (Klimov, 1985) es de las películas bélicas más duras y, para el historiador Mark Cousins, la mejor película bélica de la historia del cine. En el cine soviético de posguerra el nazi era muchas veces exagerado hasta la caricatura. Los de esta película no, son gustosos exterminadores convencidos de lo que deben hacer, y lo ejecutan sin remordimientos. Florya, un jovencito de unos catorce años, quiere unirse a los partisanos soviéticos en su aldea tras haber encontrado un arma de guerra. Su periplo junto a la joven Glasha por las tierras invadidas, su aldea arrasada, la persecución de la que será objeto, y el horror que es forzado a ver van haciendo mella en su rostro, encuadrado en el centro del formato 1:37, que hacia el final de la cinta ya solo es una mueca de terror.

Las escenas cuando Florya se encuentra en la aldea ocupada son horripilantes. En ellas el Mal es implacable. Toda la trama se desarrolla en una atmósfera pesadillesca, los campos con los residuos de conflictos anteriores y los niños jugando a la guerra en ellos, las escenas en las que Florya corre con Glasha y atraviesan, a duras penas, un lodazal que los sujeta y hunde como si de la guerra misma se tratase; y aquellas en las que, como Florya, nos quedamos medio sordos tras una explosión, añaden aún más al realismo descarnado que presenta esta película.

Dice el Libro del Apocalipsis: «Vi cuando el cordero abrió uno de los siete sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes que decía, ven y mira; y he aquí un caballo amarillo (…) y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la Tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad y con las fieras de la Tierra». Con una estética entre la neorrealista, el documental y el formalismo, con un tono a veces de ensoñación –el shock que produce cualquier trauma–, Ven y mira lleva al espectador a un descenso a la locura de la guerra a través de los ojos del joven que la protagoniza. Es una visión desorientadora del infierno en la Tierra que a cada escena imprime su sentencia, la que comentó el crítico americano Roger Ebert: «aquellos que sobrevivieron a esto tal vez envidien a los muertos».

Klimov ha puesto ante nuestros ojos, no sin belleza en la forma, el horror de la ideología hecha práctica, cuyo carácter malévolo responde a dichas ideas. Unas que, por cierto, no son distintas de las que hubo antes de la invasión nazi. Bielorrusia, como Polonia o Checoslovaquia, fue blanco tanto de Alemania como de la Unión Soviética: los alemanes perdieron el territorio a manos del Ejército Rojo en 1919, y el territorio entero pasó eventualmente a ser la República Socialista Soviética Bielorrusa en 1939… Lo que vino después de lo que muestra Klimov en la cinta, es decir, tras la victoria de los soviéticos, sería nada más y nada menos que el régimen de Stalin. Luego Kruschev… y desde 1994, Aleksandr Lukashenko, artífice de las torturas y encarcelamientos de, por dar un ejemplo entre quién sabe cuántos, Stepan Latypov, opositor activo al dictador, quien tras presiones del régimen recientemente trató de suicidarse durante su propio juicio clavándose un bolígrafo en el cuello. Ven y mira. Y miré (Ap 6,1-8).

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