Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

Matria

Caratula de "Matria" (2023) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

De España -de Galicia, en concreto, como se subraya desde el primer segundo del metraje- llega la primera película estrenada en nuestro país de todas cuantas se exhibieron en la aún reciente 73ª edición de la Berlinale: Matria, del vigués Álvaro Gago. El film -íntegramente rodado en lengua gallega- narra la historia de Ramona (María Vázquez), una mujer de cuarenta y dos años que parece no afrontar más que sinsabores en la vida: pluriempleada como mariscadora y en una fábrica de conservas, decide abandonar esta última por las miserables condiciones en las que debe trabajar; su pareja actual, Andrés (Santi Prego) es -como ella misma afirma- un paleto, que la engaña con otra; su hija Estrella (Soraya Luaces) trata de escapar a su control, ejercido a través del dinero, y, por si fuera poco, acaba por discutir amargamente con una de las últimas y más fieles amigas que parece tener, Carme (Susana Sampedro). Solo el señor Xosé (E. R. Cunha), de quien deviene empleada del hogar tras abandonar la fábrica, parece apreciarla de modo sincero, a pesar de la inicial frialdad con la que la recibe.

Con estos mimbres argumentales, una cámara al hombro cercanísima a la protagonista en todo momento y una banda sonora traspasada por un recurrente e incómodo tono de teléfono móvil, Gago presenta su singular aportación al cine social, construida sobre su corto homónimo, Gran Premio en el festival de Sundance de 2017. Las fuentes de las que bebe el gallego parecen claras: un realismo social más de Loach que de los Dardenne, más desesperanzado que humanista, hasta tal punto de que su film parece no un remake, pero sí un primo cercano de Yo, Daniel Blake (I, Daniel Blake, 2016) que ganó la Palma de Oro en Cannes tan solo un año antes del reconocimiento otorgado al cortometraje de partida. Como Loach, Gago consigue conmover y enfurecer al espectador a partes iguales, al hacerle contemplar este retrato de una mujer en ruinas, triplemente maldita por ser mujer, por pertenecer a esa generación millenial a la que le cambiaron las reglas del juego a mitad de la partida, y por haber nacido en un lugar de la España vaciada por el que -en palabras de la regente del bar del pueblo- Dios hace mucho que no pasa. De ahí, quizás, que Ramona lo maldiga una y otra vez, como si lo responsabilizara de su dura vida, acaso como si fuera su única manera de gritarle reclamando ayuda. El filme parece concluir de modo esperanzado, aunque, visto lo visto, el espectador no puede por menos que desconfiar de la tenue sonrisa final de Ramona, en su ilusionado viaje camino de ninguna parte.

A pesar de los elogios, de los festivales, y del innegable valor intrínseco de esta pequeña obra, la propuesta de Gago parece tener poco de original: se trata de una enmienda a la totalidad de un sistema inhumano, del que es imposible escapar. Es por ello que Matria prescinde de todo atisbo de solución real y aún de humanidad: el hombre es un lobo para el hombre -para la mujer, en este caso- en todos los ámbitos de la vida. Tal vez, ese afán de la cinta por criticar todo acabe por no significar la denuncia de absolutamente nada, sino tan solo el acuse de recibo de un mundo que destruye a las personas. De un mundo, en efecto, tan ausente de Dios como el infierno.

Rubén de la Prida

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad