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Maudie. El color de la vida

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: jóvenes y adultos

 Maudie. El color de la vida es la última pelicúla de Aisling Walsch, escritora y directora de cine irlandesa ya conocida por Song for a Raggy Boy –ganadora de mas de 20 premios de festivales de cine internacionales– y otras peliculas como Joyriders (1989), Damage (2008), Invisible State (2006). Maudie, que ha participado en más de veinte festivales incluyendo la sección oficial de la Berlinale y el festival de cine de Toronto, es la dramatizacion de la verdadera historia de Maud Lewis (1903-1970), una de las más importantes artistas canadienses de arte folclórico.

Maudie, protagonizada por una excelente Sally Hawkins –ya ganadora del Globo de Oro en 2008 a la mejor actriz de comedia y candidata al Óscar en 2013 por su papel como Ginger en Blue Jasmine (Woody Allen)–, es una dulce y joven mujer cuya pasión por la vida y la pintura se ven obstaculizadas por las tendencias posesivas y egoístas de su hermano y de su tía. Los dos no dejan de faltarle al respeto, hecho que, sumado a su extraño aspecto debido a la artrosis precoz que padece, acaba aislándola socialmente.

A pesar del control que su familia ejerce sobre ella, Maudie no para de buscar posibilidades para emanciparse, una busqueda que le permitirá aprovechar el momento justo cuando se presente: de hecho, la ocasión llega en el fortuito “encuentro” con Everett (Ethan Hawke), un huraño pescador que lleva una vida sencilla y solitaria en un salvaje lugar de Nueva Escocia. Tras haberse enterado de que Everett está en busqueda de una criada, Maudie decide ofrecerse y, a pesar de la reticencia de Everett, no tarda en mudarse a su casa para encangarse de las tareas necesarias.

Con su película, Aisling Walsch ha querido subrayar cómo la determinación y la humildad de una mujer pueden conducirla a experimentar cambios y eventos inesperados. Everett y Maudie deciden casarse, aunque esto no presuponga que Everett cambie de forma manifiesta los rasgos sustanciales de su conducta de vida, ni su carácter gruñón y a veces violento. Sin embargo, dentro de ciertos límites acontecen una acogida y una aceptación mutuas cuyas “sutilezas” a nivel humano son excelentemente escenificadas por los dos actores, Sally Hawking y Ethan Hawke. Esos cambios “invisibles” llevan a una trasformación más sensible: Maudie, que finalmente puede dedicarse a la pintura, se convierte en una artista reconocida y de éxito cuyos cuadros serán vendidos por todos los rincones.

 

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